He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©

24. Hermandad a primera vista

Voten, comenten y compartan o el niño Dios 😇 no les traerá regalos 👀
Pdt: ¡Feliz navidad! 🎄☃🎅

Francesca

—¡Mami, quiero un helado!

—Te dije que no.

—Mami, ¡quie-ro-un-he-la-do! —enfatiza cada silaba, golpeando con ambos puños los costados de su asiento. "¡Dios, solo te pido un poco de paciencia!"

—¡Te dije que no, Vicky! —le reclamo algo airada. Me cuesta ser autoritaria como mi esposo, no sé cómo con él es más sencillo que obedezca—. Termina de comerte ese dulce —le repito por enésima vez. Miro a la pequeña demonia por el espejo retrovisor, me dedica esa pose de que nada me gusta: mejillas hinchadas, brazos cruzados y ceño fruncido, la cuota inicial de un berrinche.

—Po-fa-vu —suplica, cambiando a ese ruego que en algunas ocasiones me vence—. ¡Quiero un helado!

—Ya comiste uno hace rato, si te doy otro te vas a llenar y la que va a terminar comiéndoselo soy yo y no quiero.

—Mami por favor. —Los niños son tan perseverantes, yo ya me hubiese rendido desde el primer no.

—Ya te dijeron que no, Victoria, no insistas —exalta el chico que ocupa el puesto del copiloto; tan pronto da la advertencia se gira para reparar en la aludida entre el espacio de los asientos delanteros. Les doy un vistazo, sorprendiéndome el que mi malcriada hija al fin guarde silencio, resintiéndose porque también su hermano la regañe.

Meredic se endereza en su asiento, al resoplar sus labios vibran y rueda los ojos en exasperación; está más estresado que yo y no es para menos si desde que entramos al supermercado, Vicky no paraba de pedirme cosas mientras corría por todas partes. Por un breve instante nuestras miradas se encuentran; gesticulo un gracias que acepta con un movimiento de cabeza. Se inclina hacia la consola para programar música en la radio que ameniza el ambiente, conduciendo el resto de trayecto hacia la casa sin cruzar palabra.

La actitud de Meredic en un principio me recordó a como era Víctor conmigo antes de ser lo que somos. No era hostil, pero lo aparentaba, también era frio, distante. Fue por mi hija que por su innata curiosidad logró que entrara en confianza. En los primeros días que deambuló por la casa, se comportaba ajeno a cualquier actividad, solo para comer se le veía en la mesa sin hablar con nosotros. Parecía un fantasma.

No es que me creyera su madre adoptiva, sin embargo, me sentí en la responsabilidad de indagar en lo que le aquejaba con tal de brindarle un consejo, algo que mi esposo en una charla nocturna me recalcó en burla: «siempre ves cómo ayudar a los demás, así como alguna vez hiciste conmigo, por eso fue que me enamoré de ti», me dijo. Es algo de lo que soy consciente, solo que escucharlo de su propia boca me maravilló. Y es que... no puedo ver a alguien decaído sin hacer algo al respecto.

Meredic, pese a no criarse junto a su padre se parece a él, sobre todo en lo cerrado que es con sus emociones. Tal vez fue porque era una completa desconocida, siendo en un principio inquietante no poder hablarle sin antes recibir su indiferencia. Ahora es llevadero tratarlo, siendo él quien en ocasiones me cuenta cómo se siente.

Asegura que no quiere ir a un psicólogo, bastante tiene con que su madre lo sobreprotegiera como un niño. Tampoco habla mucho de su situación ya que le cuesta adaptarse a una vida nueva donde tiene que incluir a su padre ausente, eso lo comprendo, aunque si le hago saber que para cualquier cosa que necesite cuenta conmigo.

No fue al instante, pasaron varios días en los que no hubo palabras de por medio, él solo vino a mí una mañana, haciéndome una pregunta que inició una relación cercana y franca entre los dos. Mientras le aconsejo hace más preguntas, a su vez que se confiesa. Es extraña la manera en la que expresa lo que le inquieta, perturba y hasta enoja, usando el recurso de a un amigo le pasó. No le reprocho eso, es su modo de confesarse, viéndolo como algo ajeno para sentir más liviano el peso de su realidad.