He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©

23. Legado familiar

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Torrance

Fue una semana bastante agitada desde esa visita que no me gustó para nada. Aunque me doliera, acepté por primera vez en los cuatro años de vida que tiene mi hermanita, que otro fuera el centro de atención, ¡no entendía cómo un completo desconocido se hizo su amigo incondicional! Pese a remorderme, me guardé el coraje de verlos disfrutar como un par de hermanos que pareciera, se conocían de toda la vida, algo ilógico de creer.

Ese domingo no hubo más novedad que la de Meredic rondando por mi casa, con Vicky siguiéndolo a todas partes. Con Ethan acordaron que luego, con más calma, hablarían, teniendo ese día para compartir como familia, aunque el que se supone es mi hermano, estaba algo inquieto por la presencia de Ethan, y no era para menos después de cómo lo trató. Mi novio por otro lado se mostraba atento, sin embargo, hubo tensión de su parte, que disimuló muy bien al hablar de cómo le iba en la universidad cada que Francesca le preguntaba sobre sus estudios.

Sabía que no solo su situación con Meredic lo tenía así, también lo que sucedió el día anterior, sobre su madre que creía desaparecida. Lo disimulaba muy bien, siendo yo la única testigo de su verdadero sentir al leer su postura, su forma de hablar o hasta de sonreír. Pasar cinco años a su lado me dio la habilidad de entenderlo a la perfección, por eso, pese a querer pasar más tiempo con mi familia, más que nada vigilar a Victoria con ese tonto que tenemos por hermano, decidí por Ethan mejor irnos al terminar de comer.

El resto del día nos la pasamos fuera de casa, hablando en un parque sobre su situación. En silencio escuché lo que se guardaba. Eso me gusta mucho de él, que sea más abierto conmigo, que no se guarde nada. A veces se toma un par de días para luego contarme lo que le sucede, solo que esta vez, al tener algo muy en común, no dudó en guiarme a un lugar tranquilo para dialogar de nuestro bebé y su mamá.

Desde entonces, acordamos que estaríamos muy al tanto de mi embarazo. Prometí esto más que nada para distraerlo de sus problemas porque no me imagino cómo será lidiar con saber que su madre a quien creía muerta, está más que viva queriendo hablar con él para recuperar los treinta años que estuvo ausente. Por mi parte estaría más que deprimida, en cambio mi It no aparenta más que calma, actitud que a veces me preocupa. Es aun tan reservado con ciertas emociones que lo creo un hombre de acero, que no se deja vencer por nada negativo, lo cual le admiro bastante.

Estoy por concluir mi último semestre en la universidad, teniendo mi graduación asegurada porque escogí como opción de grado hacer pasantías en la firma de abogados de mi papá. Nada fue por influencia, como una pasante más pasé mi solicitud donde mi padre no tuvo nada que ver, siendo los abogados veteranos en la firma quienes me aprobaron. Hasta la directora de programa estuvo al tanto del proceso, siendo ella misma la que avaló el que hiciera la pasantía en ese lugar.

Desde que inició el semestre he trabajado con mi padre en varios casos, procesos de familia donde me enseñó a separar mis emociones del deber. Aprendí mucho sobre cómo ejecutar una labor profesional delante de varios cretinos —por no decirles menos—, que se salían con la suya solo porque la persona que los quería demandar no tenía los recursos para contratar un buen abogado. Eso fue lo que me agradó de esa transformación que optó Víctor al cambiar el enfoque del buró a uno más humano, donde no se realizan extensos papeleos sobre regulaciones de empresas y construcciones, sino más bien donde las demandas por manutención, divorcios y demás eran el pan de cada día.

Como era de esperarse, varios en la firma desertaron, no estaban preparados para un cambio así pese a que aun hay un par de oficinas que se encargan de los casos empresariales que requieren asesoría de expertos. No obstante, los abogados que llevan más tiempo trabajando con papá se quedaron a ayudarlo en esa nueva etapa, siendo tanto asesores como quienes siguen los casos más complejos.