Capítulo Extra [Prt. I]

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10 años después

Torrance

Por donde mire, este caso cada vez es más engorroso. Leo y releo los documentos, cada término y cláusula del contrato, queriendo pensar que es solo un error en la lectura y no algo intencional. Agotada de tanto repasar las palabras que me sé de memoria, suelto los papeles sobre el escritorio. La cabeza me empieza a doler, la tensión en mi espalda es agobiante, resolviendo arrellanarme en el asiento con tal de descargar el estrés por estar desde temprano laborando, sin levantarme siquiera para ir al baño.

Suspiro, exhausta; esto es solo el inicio del día, y eso que sé, son más de las doce. Estiro los brazos, giro la cabeza de derecha a izquierda liberando la tensión acumulada. Mis huesos traquean, ni que decir de mis músculos que reciben con gusto tal atención. Dispuesta a tomar mi celular para llamar a mi esposo, la puerta del despacho se abre, siendo inevitable que una enorme sonrisa se ensanche en mi rostro.

Un hombre enfundado en un traje de oficina negro con camisa azulada debajo ingresa a la habitación. Me encanta su manera de andar, como me mira, con intensidad, alegre de verme. El paso de los años lo volvieron más atractivo; con una barba más tupida, líneas de expresión que acentúan sus rasgos más fuertes, los escasos cabellos platinados a los costados de su cabeza, su postura recta, contextura fornida y andar seguro, lo vuelven irresistible. Soy muy afortunada de que él, justo ese modelo sacado de una revista sea mi esposo.

La visita es más encantadora por quien lo acompaña, arrebatándome una risa breve por el gusto infinito de que un mini It emocionado salte detrás de Ethan.

—¡Mamá! —exclama Junior, yendo hacía mí, emocionado de verme.

De inmediato me pongo de pie de mi asiento para recibirlo. No demora en chocar conmigo, casi sacándome el aire de los pulmones.

—¡Wow, cariño! Ten cuidado —le digo entre risas. Cierro los párpados, lo abrazo con gran alegría. Pasando las manos por su cabellera, hago que alce su cabeza y me vea, sonriendo con mejillas apretadas.

—Es que me prometiste algo y vine por eso —canturrea, haciendo que frunza el ceño. ¿Qué le prometí? ¡Cielos! No recuerdo, estoy tan metida con lo del caso que llevo meses estudiando que hasta pierdo la noción del tiempo—. ¡Mamááá! —protesta, juntando las cejas, emitiendo un puchero que me oprime de culpa.

Ethan se acomoda a mi lado en ese instante. Despejando mi cuello de mi corto cabello, se acerca sutil a mi oído y murmura.

—Le prometiste que iríamos al parque de diversiones —avisa, confundiéndome más que antes. Contrariada, lo enfoco.

—Se supone que iríamos el viernes, luego de la presentación de Vicky en la preparatoria —indico, obteniendo de parte suya que sus ojos se abran en obviedad, ladeando la cabeza para dar énfasis a su expresión.

¡Joder! A esto me refiero con perder la noción del tiempo. ¡Es viernes! No puedo creer que la semana haya acabado. Aún quedan tantos pendientes, y peor ¡cómo pude olvidar la presentación de Vicky Mickey!

—Qué bueno que me tienes a mí para recordarte en qué momento del año estás —La sonrisa engreída de Ethan me pone seria al instante.

Contenida, aprieto los dientes por las ganas de protestarle, aguantando el no comérmelo a besos delante de Junior. Sin embargo, como si leyese mis intenciones, Ethan es quien sutil acaricia mi mejilla y lento se acerca para darme un beso. Cierro los ojos, embelesada por ese tierno gesto, queriendo perdurarlo.

—Guácala —espeta Junior, dejando de abrazarme de inmediato.

Tanto Ethan como yo nos reímos, viendo en dirección a nuestro hijo quien nos da la espalda. Siquiera nos da un vistazo por encima del hombro, percibiéndose su molestia porque sus padres se demuestren afecto.

He aquí una pequeña cuestión [Secuela] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora