Sana dejó su mini Cooper en el estacionamiento y se alejó del con nerviosismo. Echó un vistazo general al edificio frente a ella y, mientras caminaba en su avance, quitó los papeles que necesitaba de su cartera y se perdió en su interior.
Ella estaba trabajando cuando Patrick, su abogado, la llamó por teléfono con urgencia asegurándole que debía presentarse en el juzgado para la lectura del testamento de su madre. Suyen y su padre llevaban los últimos dos años separados y su madre reiniciaba su vida rápidamente al lado de otro hombre con dinero y solo seis semanas atrás ambos tomaron un vuelo a Europa que nunca finalizó. La tragedia fue titular en todo el mundo y ella era la única que debía responder a las consecuencias económicas.
No le gustó todo eso.
Daniel, aquel hombre que usó con su madre hasta su último minuto, siempre la había tratado con respeto y por eso mismo, en su testamento, todos sus bienes materiales pasaron a sus manos en una herencia que ya se había decidido por donar. Ahora solo faltaba escuchar lo que su madre escribió con algún destino pero estaba segura iría con el otro al mismo fin.
Dobló el último pasillo de aquel enorme lugar y varios empleados voltearon a verla por lo que aceleró el paso y suspiró cuando vio a Patrick de pie cerca de una oficina.
- Gracias por venir, Sana - la saludó el muchacho con un beso en la mejilla y ella respondió de igual manera.
- Debía estar aquí ¿no?... ¿A quién esperamos? ¿Y por qué no nos encontramos en tú edificio?
- Verás... Esta firma es la más precisa del país y necesitamos asociados si queremos trasladar los fondos con bienes altruistas.
- No entiendo.
- Sana, no es simple donar toda esa cantidad de dinero como tú lo deseas y... y menos con el último juicio en que se te involucró- murmuró él y Sana esquivó la mirada avergonzada.
- Eso es del pasado... Y te recuerdo que lo ganamos.
- Como sea, la marca ya está hecha y no podemos borrarla. Lo mejor no es hacer otra.
- Bueno, como sea. No me has dicho que hacemos aquí al final.
- Me afilié a nada más y nada menos que al presidente de la firma. Tenemos el caso asegurado., cuenta con ello.
- Para mi esto no es un proceso judicial... ¿Qué tiene que hacer una para que acepten el dinero que se les da?- ironizó Sana moviendo una mano y acomodándose el cabello por el calor. New York estaba más insoportable que nunca ese verano- ¿Y cómo se llama él?
- Allí viene- le respondió él señalando hacia atrás y Sana volteó a verlo. El típico hombre que se cree superior a los demás por su vocación, de traje impecable y sus manos escondidas dentro de su pantalón. Y su sonrisa soberbia- Buenas tardes señor, Jaehyun. Un placer conocerlo- escuchó ella el saludo de los hombres y con una sonrisa forzada estiró su brazo para hacer los mismos.
- Buenas tardes señor Ford, señorita Minatozaki, he escuchado mucho de usted- agregó él y ella giró los ojos ¿Realmente con este tipo iban a trabajar?- pero no les quitaré mucho tiempo- agregó él sacudiendo algo inexistente de su corbata y volviendo la vista a ellos- mi esposa se encargará del caso, ella es la especialista en estos temas.
- ¿Está casado con una abogada también?- preguntó Sana sin saber por qué lo hizo, no le agradaba el hombre y ya estaba indagando su vida personal.
- Así es, de hecho nos conocimos en la Universidad. Era la alumna con el mejor promedio, perfecta y la que mejor se comportaba... La alumna más aplicada- aseguró él con orgullo y Sana frunció el ceño, en toda clase universitaria hay un alumno que se destaca de la mayoría; no entendía realmente el comentario del hombre- ¿Cómo está su padre, señorita Minatozaki? He oído que ya abrió otro despacho individual. Bien por él.
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Lenguaje del Amor || Satzu •Adaptación•
FanfictionSana Minatozaki es la nueva profesora del McKleyn. Tzuyu Chou, es su estudiante menos aplicada. ♡ Esta historia NO ES MÍA, todos los créditos a su respectivo/a autor/a.