𝘊𝘢𝘱í𝘵𝘶𝘭𝘰 37: 𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘢𝘲𝘶í

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Sana cerró con fuerza la puerta de su auto al terminar de bajarse y caminó con furia hasta la entrada de su casa. Tocó el timbre esperando ser atendida y apenas bastaron unos minutos para que Marta saliera con su habitual sonrisa y la recibiera con un efusivo abrazo.

Pero ésta vez ella apenas murmuró un saludo y se alejó arrastrando la maleta escaleras arriba sin importarle la presencia de su padre en medio del living o las risas de las amigas de su madre desde la sala de invitados.

Solo caminó con el destino de su habitación en mente y cuando llegó arrojó la valija sobre la cama, la abrió con brusquedad y comenzó a sacar las prendas de ropa solo para revolotearlas a su alrededor. Hasta que se encontró frente a la última, su saco de invierno favorito, lo empuñó entre sus dedos y lo mordió sintiendo la incomodidad de la lana en sus dientes y el chillido que el mismo contacto producía.

Gritó de manera desgarradora y volvió a salir con un fuerte portazo. Abajo, Momo y Dahyun aún la esperaban solo para despedirse por lo que mientras descendía por los escalones intentaron recuperar un poco el control de su propia situación.

Infló su pecho y se tomó del barandal un momento: tal vez aún seguía igual que al abandonar Lima pero debía demostrar lo contrario. Sonrió con esfuerzo y se acercó a sus amigas.

- Ya, rubia… mañana tienes fiesta. Disfruta y olvida lo demás- le dijo Momo quitando una etiqueta de cigarrillos de su pantalón pero que Dahyun rápidamente le quitó.

- Momo - le reclamó Dahyun por lo bajo mientras le señalaba con la cabeza la sala. En la puerta estaba Suyen de pie, con los ojos entrecerrados sobre ellas y con su típica taza de té entre sus manos. Momo giró los ojos y se cruzó de brazos- Y no, Sana, no hagas estupideces- le pidió observar el estado de nervios aún de la rubia.

- Tranquila, Dahyun… ¿Nos vemos mañana? Estoy cansada.

- Claro… pasaremos por ti y saldremos a desayunar… Te quiero, Sana - se despidió Dahyun con un cálido abrazo y Momo solo con un movimiento de mano.

Sana giró sobre sus talones y se encaminó hacia el despacho de su padre. Golpeó con suavidad la puerta corrediza de vidrio y se adentró cuando él se puso de pie para recibirla con un afectuoso abrazo.

- Hola, cariño… Que bueno que estés en casa.

- Hola, papá… Lo sé, hoy más que nunca me agrada estar aquí.

- ¿Estás bien, hija? – le preguntó Yeong notando la voz cargada de tristeza de Sana y el abrazo más fuerte que nunca. Ella le sonrió y movió la cabeza ligeramente.

- Muy bien. Estoy cansada del viaje.

- Espero que eso de venir una semana no te haya dado problemas en el trabajo. Le dije a tu madre que era una exageración tantos días pero no me hizo caso. como siempre.

- Está bien, papá… Igual iba a quedarme aquí mucho tiempo de todos modos… Voy a ducharme y descansar un momento… Bajo para la cena.

-Pues apúrate que ya comienza.

- Enseguida voy- murmuró Sana perdiéndose a través de la sala y llegando al borde las escaleras. Se quedó un momento de pie con la vista fija en el teléfono que reposaba en una mesa junto a una guía. Suspiró, se rascó la frente con dudas y terminó por volver a subir a su cuarto.

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Juntó toda la ropa con lentitud y completamente calmada. La dobló y posiblemente dentro de su placard y agradeció más que nunca la orden de su madre de pasar esos siete días allí y no sola en su departamento. De lo contrario ya estaría haciendo cualquier otra locura de la cual nadie la reprendería.

Lenguaje del Amor || Satzu •Adaptación•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora