Miércoles con cuarenta y cinco minutos exactos en Lima y de esos treinta y cinco en el McKinley y todavía no había visto a Tzuyu. Le parecía raro, molesto y preocupante; la morena podía saltear clases pero faltar el día completo era algo totalmente distinto; suspiró con molestia moviendo la lapicera sobre su escritorio, aun tenía media hora más de clase con ese salón antes de salir al receso y continuar buscando a Tzuyu o al menos verla a los lejos. Porque solo quería eso, irse después de verla dos días antes y esperar por dos más hasta volver a hablar con ella, no pasar cuatro días directamente sin sonreírle o saludarla. De lo contrario la espera iba a ser una completa frustración.
Finalmente el timbre sonó y, apenas juntando sus cosas y guardándolas en su maletín sin mucho orden, salió disparada del salón en busca de la morena. Movió la cabeza entre todos los estudiantes para localizarla en el pasillo pero ni rastros había de ella, resultó de reojo su casillero y tampoco estaba allí; Christopher pasó cerca de su lado y tuvo que controlarse antes de detenerlo y preguntarle por el paradero de Tzuyu pero, por eso, con determinación, siguió la chico hasta el patio frontal del Instituto y sus ánimos cayeron al piso al ver que estaban todos reunidos almorzando menos la morena; se mordió el labio para calmar algo raro que sintió sobre ellos y caminó con agilidad hasta su auto.
Apenas entró golpeó el volante, Tzuyu le había prometido que para ese día el almuerzo en Breadstix se cancelaría porque iba a preparar algo distinto, solo para ellas. Una sorpresa. Estupidas hormonas y pensamientos adolescentes que desde que se acercó a Tzuyu la invadían, la ilusionaban con algo de límite descomunal solo para luego escupírselo en la cara. Maldito viento que siempre le daba en contra.
Estiró el brazo y movió la palanca de cambios, pisó el acelerador y salió de allí rumbo al municipio del pueblo, aun debía pasar otra hora allí dentro solo por cuestiones de su trabajo en el lugar y el sueldo del mismo que aun se encontró en trámites. Algo que solo debería incluir a ella y a Kim pero que muy bien el director le pasó el trabajo a alguien más.
---
Se bajó del auto entró y voló papeles a su alrededor por la velocidad y furia en sus pasos, la hora se suprimió a veinte minutos y de la misma manera que entró salió completamente enojada y arrastrando su maletín forzadamente.
'Genial´- se dijo a si misma cuando, a metros de su mini Cooper, pudo distinguir un papel en su parabrisas, seguramente alguna multa para terminar el día peor de lo que había comenzado. Cuando se detuvo frente al auto, arrancó el papel con furia y frunció el ceño, allí solo había un "Buenos días" con la letra de…
- ¿Está enojada hoy?- volteó al instante y la realidad la golpeó, la zarandeó y la hizo sonreír como tonta. Tzuyu estaba recostada contra el pilar de seguridad del edificio, una pose demasiado perfecta para ella- Es una lástima… porque yo estoy con humor que me hace bailar en vez de caminar y me preguntaba si…
- ¿Dónde estabas?- no supo cómo pero terminó haciendo la pregunta a escasos centímetros del rostro de Tzuyu- No has ido al colegio hoy ¿te pasó algo grave?
- ¿A mí?- Sana rodó los ojos. No estaba acostumbrada a hablar con ladrillos así que sí, era obvio que a ella- Sí asistí a clases.
- No es cierto. Te busqué al inicio de jornada y no te ví por ningún lado, llegué hasta tu casillero y allí tampoco estabas, inclusive…
Un suave golpe contra su mejilla y ella sonrió, porque era más caricia que golpe, la mejilla de Tzuyu contra la de ella en un saludo exclusivo. La morena se detuvo frente a sus ojos, se alzó sobre sus pies y el trayecto de un rostro a otro fue demasiado lento. Se alejaron algo sonrojadas y evidenciando la mirada solo para no dar un espectáculo en plena calle.
ESTÁS LEYENDO
Lenguaje del Amor || Satzu •Adaptación•
Hayran KurguSana Minatozaki es la nueva profesora del McKleyn. Tzuyu Chou, es su estudiante menos aplicada. ♡ Esta historia NO ES MÍA, todos los créditos a su respectivo/a autor/a.