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De lo que hablaba Carol ㅡ pronunció Conner con temor. El nombre quemó en su lengua y tuvo que pasar saliva, sintiendo al nudo en la garganta crearse, pero era la mejor oportunidad ahora que el muchacho que los guió al hospital dormía en la parte de atrás. ㅡ, las... niñas, eran importantes para ti, ¿verdad?

Se sintió débil al notar cómo Daryl sujetaba con mayor fuerza el volante. No quería comenzar una pelea por ser un entrometido, pero una conversación podría calmar sus nervios luego de la reciente tragedia.

ㅡ No me debería entrometer ㅡ se apresuró a decir, la voz le tembló. ㅡ, pero te afecta tanto como a ella y solo te haces el fuerte.

Daryl no era un mal tipo como había dudado al principio. Incluso ahí, lo confirmó al notar los ojos tristes del cazador y notó por primera vez la soledad en ellos, una soledad cargada de responsabilidad con la que fingía poder lidiar.

ㅡ Está bien, no tienes que responder, lo siento.

ㅡ No estás tan equivocado.

Se sorprendió de recibir una respuesta. Lo miró con curiosidad sintiendo como la velocidad se reducía a través de la solitaria calle destruida de la ciudad que los guió al bosque.

Daryl tardó un momento en hablar, mirando fijamente a los árboles que adornaban el extenso bosque. No iba a mentir. No cuando recordaba a Jane dormida entre sus brazos, sus ojos llorosos llenos de miedo la última vez que los vio en la prisión y la impotencia se quedó atorada en su pecho.

ㅡ Se llamaba Jane ㅡ susurró, pero Conner pudo escucharlo ㅡ, ella era mi responsabilidad, pero no estuve ahí para protegerla.

Repentinamente Daryl se mostró frágil. Conner se recordó a sí mismo en su adolescencia, adolorido como un perro abandonado. Supo que no podía cometer un error, Daryl se estaba abriendo a contarle algo sentimental a alguien como él, un completo extraño con costumbres raras y cambios de identidad. Quizás era el hecho de que creían nunca conocerse más que compañeros de supervivencia o tal vez descubrir que tenían en común el sufrimiento antes del mundo apocalíptico. No importaba. Sintió esa inexplicable curiosidad picar como la primer vez que sus ojos hicieron contacto, el cosquilleo y las ganas de consolar el cuerpo rígido y triste a su lado.

Bang, Bang! (Daryl Dixon) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora