Conner Rush tiene TID, y tiene que enfrentarse a lidiar con ello en medio de un Apocalipsis donde los muertos caminan. Su vida se llena de esperanza cuando se une a un grupo de desconocidos donde la persona que le dará razones para vivir se encuentr...
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LUCCA.
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Le dolía la cabeza, pero ya no como una jaqueca insoportable. Aún así, no evitó que todo a su alrededor diera vueltas, mareándolo. El olor, la ventisca en sus mejillas, tal vez el cosquilleo en sus piernas entumidas o en sus párpados que tiemblan y luchan por abrirse. No lo sabe, pero sintió muchas ganas de vomitar.
Las voces lejanas y el crujido de las botas contra las ramas secas. Todo lo estaba fastidiando.
Una patada, un manotazo, pero su cuerpo se quedó atascado. El peso sobre cada músculo empezó a sentirse doloroso y, aunque intentó gimotear, no obtuvo éxito. Entonces se dio cuenta de la realidad. Los párpados cedieron y su visión borrosa le jugó una mala broma.
Lo primero que vio fue el cielo, azul brillante como una mañana fresca y, luego de parpadear un par de veces, logró enfocar el verde intenso de los árboles alrededor, con tres figuras que parecen el doble de su tamaño, inspeccionando cada torpe movimiento que su cuerpo intentó hacer.
¿Así es el cielo?
— ¿Daryl? — balbuceó, siendo lo primero que su boca seca logró articular. Ni siquiera supo por qué, el llamado salió natural.
Los recuerdos lo golpearon. Aarón, Daryl y él. Los camiones de comida que resultaron ser una estafa. Caminantes. Más caminantes. El auto. Un cigarro. Una despedida. El dolor de cabeza y... luego todo está oscuro.
¿Cuánto ha pasado desde esa vez? ¿Estaba vivo o muerto?
— ¿Conner?
La voz se escuchó tan arrolladora que por un segundo Conner pensó que de verdad estaba en el cielo. Hasta que intentando ponerse de pie su cabeza chocó con el tronco de un árbol y logró ver a la figura a su lado. Daryl Dixon. Con las muñecas atadas y el rostro hecho mierda. Ni siquiera intentó verse a sí mismo para comprender que estaba en la misma situación, seguramente luciendo peor.
