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               PRÓLOGO: Terminus

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               PRÓLOGO: Terminus.           

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Aún lo recordaba perfectamente. Habían discutido esa mañana.

Aquel día, mientras desayunaba en la pequeña tienda de campaña, tuvo un mal presentimiento. Sentía un frío extraño recorrerle la piel y si guardaba silencio, los ruidos del bosque parecían gritarle sobre el peligro. Una sensación familiar. Como cuando abría los ojos en el hospital luego de constantes palizas, o cuando despertó sin recordar lo que había hecho el día anterior o cuando... cuando escuchó el último suspiro de quien durante mucho tiempo fue su razón de vivir. Sentía frustración de sólo recordarlo. Pero no se equivocó. Estar encerrado junto a un montón de desconocidos era la prueba. La cabeza le giraba y tenía la horrible sensación de estar cayendo por un barranco, aún cuando estaba sentado en el suelo sin realizar un movimiento. Perdido. Devastado y frustrado eran las palabras perfectas para describirlo. Tenía la mente en blanco y unas inmensas ganas de echarse a llorar cual niño pequeño.

Se había enfadado porque Marcus quemó la única fotografía que tenía de su novio fallecido. No era culpa de nadie, solo un tonto accidente, pero aquella fotografía era un amuleto que daba fuerza a Conner día con día, un calmante para cuando tenía que luchar consigo mismo. Y Marcus no lo entendía. No entendía cómo Conner se aferraba al pasado mientras él se lastimaba intentando olvidarlo. Una estupidez.

ㅡ ¿Seguro que estás bien? ㅡ escuchó la voz preocupada. El chico se arrodilló a su costado intentando encontrar su mirada.

Y luego los recuerdos del ataque lo invadían. Intentó buscar a Marcus entre los cadáveres y la multitud que huía desenfrenada, mezclada con los muertos que querían devorarlos, pero no lo encontró. Y ahí estaba. Encerrado en un vagón al intentar buscar refugio en Terminus porque Marcus era inteligente, habría ido ahí.

ㅡ ¿Conner?

Una serie de disparos que no tuvieron fin lo sacó de su depresión. El pequeño grupo encerrado junto a él se puso alerta, los ojos preocupados del asiático dejaron de caer en él para centrarse en lo que no podían ver. Tenían horas encerrados que lo único que habían hecho era hablar y hablar. Conner no hablaba mucho, pero hizo lo suficiente para conocerlos, después de todo, él era como un intruso entre ellos. Y, al final de cuentas, tenían en común el querer salir vivos de ese lugar.

Se murió el niño, superalo.

Ignoró a la grave voz en su cabeza. No era momento para un cambio.

Apoyó una rodilla al suelo para estabilizarse en un intento por ponerse de pie. El resto comenzó a murmurar nombres que desconocía, hasta que se hizo un silencio. Pasos uno tras otro sonaron tras la pared de metal, por un segundo frunció el ceño. Tal vez no era mala idea hacer un cambio si los tipos que los habían encerrado venían por ellos. Oh. Sí que estaba tan perdido en sus pensamientos porque no escuchó la llegada de los nuevos, por eso se sorprendió cuando la puerta se abrió y uno a uno entraron nuevas personas.

Cuando el rayo de luz se apagó, se desanimó. Iba a morir ahí. Después de toda la lucha antes de que el mundo se fuera al carajo y la que siguió después, ese era su final. Su patético final para él y los suyos dentro de su mente. Iban a morir juntos.

ㅡ ¿Rick?

Glenn, como había aprendido que se llamaba el joven más amable del lugar, avanzó de entre la oscuridad hasta hacerse notar. Conner se sintió interesado. Tuvo la fuerza suficiente para ponerse de pie y caminar junto al resto hasta lograr ver a los nuevos inquilinos.

Están aquí ㅡ dijo el hombre al frente del nuevo grupo. Lo observó un tiempo. Su postura y la manera en que los otros se colocaban tras él le afirmó que se trataba de un líder y por las expresiones en los que le rodeaban se dio cuenta que eran parte del grupo del que le habían hablado unas horas atrás. Sintió envidia. ㅡ. Están aquí.

La mirada del hombre los recorrió uno por uno. Los ojos de Conner se quedaron clavado en los niños presentes. Se le revolvió el estómago al recordar a Marcus.

ㅡ Ellos son nuestros amigos ㅡ dijo Maggie. Entonces notó que se escondía tras la chica por miedo al rechazo. Agradeció haberse perdido en recordar a Marcus o quizás se habría hecho pequeño en su lugar por la mirada atemorizante del líder frente a él ㅡ. Nos ayudaron a salvarnos.

ㅡ Sí.

Sus ojos viajaron a la ronca voz.

Uy...

Por un momento cerró los ojos, avergonzado de la voz que se oía en su mente ante la presencia del sujeto misterioso. Y aún así, una mirada fue suficiente. Una mirada compartida de solo segundos bastó para intrigar su ser. Para hipnotizar sus ojos. Porque seguía sin poder despegarlos.

ㅡ Ahora también son amigos nuestros.

ㅡ Por el poco tiempo que sea eso.ㅡ comentó Abraham con resentimiento. Conner lo entendía. Unas horas atrás cantaban gustosos por una pequeña luz de esperanza para el mundo y ahora estaban despidiéndose de sus vidas.

ㅡ No ㅡ Conner alzó una ceja. Era un soñador, pero también realista. ㅡ. Se sentirán muy estúpidos cuándo se den cuenta

ㅡ ¿De qué? ㅡ preguntó con un hilo de voz.

Hubo un silencio.

Luchó por mantener los pies en la tierra y la cabeza fría ante las miradas de los presentes, con la suya clavada en una sola persona. Sentía que su cerebro vivía un cortocircuito: cabellera oscura, nariz respingada coloreada por rastros de sangre y unos labios temblando por ocultar los sentimientos de no saber el futuro. Conner tenía los ojos clavados en él, sin poder apartarlos incluso en un momento como ese. Y aunque veía la suela de sus desgastados zapatos para no incomodar, terminaba fallando al volver a caer en la silueta tensa al otro costado.

ㅡ De que se metieron con la gente equivocada.

Nunca había estado solo. Lo que le arruinó la vida a temprana edad le permitió una compañía duradera y la presencia de Marcus y Tyler en su vida mejoraron sus ganas de vivir. Sin embargo, se había acabado. Tal vez sí era momento de dejar el pasado.

Sin saberlo, estaba afirmando con la cabeza a las palabras de quien se convertiría en su próximo líder y donde depositaria su confianza, rodeado de personas por las cuales próximamente estaría dispuesto a dar la vida para protegerlos. Y miraba embelesado a quien le brindaría nuevas razones para vivir o tal vez, para sufrir.

Bang, Bang! (Daryl Dixon) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora