17.

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NADA SERÁ IGUAL

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NADA SERÁ IGUAL.

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Por favor, por favor, por favor....

¿Por qué nadie tomaba su lugar?

— ¿Escucharon eso? Él dijo: "chúpame los huevos"

La risa de Negan perforó sus oídos. Conner apartó la mirada otra vez, cerró los ojos y encajó las uñas en la tierra sobre la que estaba sentado.

Aunque intentaba bloquearse, podía oír perfectamente los golpes del bate, al cráneo destrozarse. Escuchaba los sollozos, los lamentos, pero nunca un quejido de Abraham.

¿Ya no era débil?

Le pitaba la cabeza y sentía que podría desmayarse en cualquier momento, pero ninguno de los suyos hizo acto de presencia, es como si estuviesen mudos, como si también estuvieran impactados, en un estado de shock, en trance. O simplemente querían hacerlo sufrir presenciando la desastrosa escena.

— Santo cielo miren esto.

Levantó la cabeza, estaba llorando en silencio. Las lágrimas se escurrieron por sus mejillas hasta el suelo, le sangraban las yemas de los dedos al rasgar el suelo.

Negan sacudió el bate y la sangre le salpicó en la frente, le manchó el pelo. Regurgitó y se aguantó las ganas de llorar.

— Chicos miren a mi sucia chica — se burló Negan —. Cariño, pon tus ojos en esto.

El bate le rozó la nariz a Madison. Conner nunca la había visto tan mal. La muchacha estaba llorando, tenía la cara roja e hinchada y los ojos cerrados fuertemente. Por primera vez, la vio como una niña, como lo que realmente era. Ese escudo que se ponía y la hacía ver fuerte y más grande se esfumó.

Negan se rió otra vez, salpicándole la sangre en la nariz a la niña, que chilló apartándose.

— Listilla — jugueteó, arrodillándose a la altura de la niña y tomándole el mentón. Aún así, Madison no abrió los ojos. —, debes saber que había razón para todo esto. Rojo y... ¡Diablos! era, es y siempre será rojo. El recibió uno... o seis... o siete por el equipo — repentinamente su expresión divertida cambió a una reprimenda, colocando la yema del dedo índice en los párpados de la niña para obligarla a abrir los ojos —. Así que dale una miradita. Ahora. ¡Dale una mirada! — terminó gritando.

Bang, Bang! (Daryl Dixon) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora