Capítulo 6

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Ivory había salido como había podido de aquella habitación, y podía decir que había sido lo más difícil que había hecho en su condenada vida.

Pero tomó al pequeño alfa de la mano y lo arrastró fuera de la habitación.

El niño lloraba llamando a su padre, y el padre aullaba encerrado tras la puerta de la habitación donde lo había dejado.

Abrió todas las ventanas, metió la cabeza bajo el chorro del agua helada de la cocina, nada, nada conseguía hacerlo olvidar lo que había sentido al tener al omega en celo sostenido contra su cuerpo.

Podía ver con los ojos cerrados su cuello expuesto para él, incluso su pantalón estaba húmedo donde había tenido contacto con él.

—Maldita sea, estúpido —dijo entre dientes—, eres un estúpido.

Pero a ese punto no tenía claro a quién se lo estaba llamando si a ese omega irresponsable que no tomaba supresores o a él mismo por haberse metido en ese embrollo.

—Mi papá —gimió en niño que se le había acercado. Ya no lloraba, pero su rostro estaba lleno de parches rojos y blancos evidencia del sofoco que se había llevado— mi papá está herido.

Ivory suspiró, trató de enfocarse en el niño, de recordar su máxima: "los hijos no deben pagar por los pecados de los padres".

—Tu padre está enfermo y yo voy a llamar para que lo curen.

Aquello pareció satisfacer a la criatura que curiosamente parecía confiar en él.

¿Cómo había llegado a eso? Su vida era tan sumamente calculada y tranquila.

Pero le había dicho algo que era cierto, tenía que llamar a alguien para que lo ayudara.

Lo único que no sabía era a quién.

Supresores, los omegas tomaban supresores, ni siquiera sabía si eso lo vendían en las farmacias habituales, si llevaban recetas, si sería capaz de salir de su apartamento y dejar al omega solo gritando.

—Zec —dijo cuando su amigo descolgó la llamada— necesito supresores para un omega, ¿dónde los consigo?

Su amigo, al otro lado de la línea, se quedó mudo durante unos segundos que le parecieron horas.

—¡Zec! —gritó para que el otro reaccionara.

—Un omega...

—Un omega en celo.

—Ivory, ¿de qué me estás hablando? —se cuestionó en qué momento alguien tan lento había llegado a ser considerado su amigo.

Iba a maldecirlo, cuando notó que su mano era tomada. El cachorro se había tomado de su mano y le miraba lleno de ansiedad.

—Hay un omega en celo en mi casa, necesito supresores y los necesito ya.

—Milo siempre ha comprado sus propios supresores, no sé ni donde los consigue.

Ivory suspiró agotado, mientras el omega había comenzado a suplicar por él. Lo vio todo rojo y retrocedió hasta que su espalda tocó la pared aparatándose lo más posible.

—Zec ... —Y se dio cuenta de que su voluntad tenía un límite.

—Te llamo ahora mismo —le cortó su amigo

Ivory se quedó mirando la pantalla de su teléfono móvil como si le fuera la vida en ello. Hasta que esta volvió a cobrar vida.

—Petra va para tu casa.

Y Zec no le dijo más, Ivory fue el que colgó esa vez, no queriendo dar más explicaciones.

Petra, era la beta de la que su amigo se había enamorado nada más conocerla en su empresa. Petra era una mujer estupenda, Petra estaba en camino, pero hasta que llegara él tenía que contenerse de derribar esa puerta y tomar al omega hasta que lloriqueara, pero de placer.

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