Capítulo 34

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Ivory besó a Oker antes de dejarlo salir de su coche y escuchó la suave risa del omega.

—No te rías —le dijo bajando hasta su cuello— o no podré dejarte ir.

Eso provocó una nueva risita.

Ivory besó su cuello suavemente e hizo el duro acto de contención de soltarlo.

Oker no rechazaba ninguno de sus besos e Ivory se aprovechó. Una vez había comenzado a besarlo se sorprendía de cuánto tiempo había evitado hacerlo. ¿Cómo había sido capaz de no hacerlo antes y no apartarse de sus labios?

En parte lo agradecía, ¿qué hubiera sido de él si ya estaba completamente perdido por estar a su lado antes de probar sus besos?

Lo vio salir del coche y se mordió los labios para que el gruñido que se estaba cargando en su garganta no saliera de allí.

Seguía odiando todo el tema alfa, esa posesividad, la necesidad y el gruñir absurdamente por todo, le cansaba.

Odiaba lo que un alfa podía llegar a hacer, el gruñido salió una vez Oker se dio la vuelta, lo saludó y se metió en su portal.

¿Cómo alguien había podido herir a esa criatura de un modo tan cruel?

Sus ganas de matarlos despedazándolos a todos con sus dientes y sus manos era atroz.

Solo tenía un nombre, había estado investigándolo toda la noche, ese alfa había engañado a Oker, desde la confianza lo había llevado a una pesadilla. Los otros, los que Oker había señalado como sus violadores aún permanecían en el anonimato y eso le carcomía.

Además, uno de ellos era el padre de Kyle. No podía odiar al cachorro, porque además ya lo había aceptado como suyo incluso antes de aceptar que Oker era su omega.

Pero no eran los únicos culpables, los padres de Oker lo habían echado de su casa, de su vida, lo habían arrojado como basura.

Y eso tampoco lo perdonaría, el odio le atenazó las entrañas en un sentimiento tan antiguo y doloroso como su propia infancia.

Pero de venganza no podía construir el hogar que necesitaba para ellos. Hasta él entendía eso.

Oker había dicho que sí, pero también que necesitaba un poco de tiempo, y sobre todo, ser él el que se lo contara a su hijo.

Se sobrepuso al impulso de salir del coche y subir a por su omega y su cachorro. Temía que eso iba a ser siempre así.

Pero condujo de vuelta al centro, tenía cosas que comprar para Kyle, ocuparía la habitación de invitados que siempre había estado vacía, pero no podía ser tan aséptica.

Había dado por hecho que el padre dormiría con él, pero ¿y si Oker no quería dar aún ese paso?

Una sensación de angustia le atenazó el estómago, eso de los alfas y los omegas era todo muy estresante, pero ya estaba dentro y por nada del mundo iba a salirse si Oker no quería, y al parecer él quería.

—Este color está muy de moda entre los cachorros alfas, señor —le dijo la beta de la tienda de mobiliario a la que había entrado, Ivory no distinguía bien entre las tonalidades de verde que la mujer le había enseñado, para él todas estaban bien.

Solo asintió y compró cosas que ni siquiera pensaba que un cachorro necesitara.

—Si espera tener otro cachorro con su omega este mobiliario es convertible, muy práctico —dijo la mujer contenta por las comisiones que se iba a agenciar con él.

Ivory la miró, ¿más cachorros? ¿Hacerle a Oker un cachorro?

Gruñó y la beta se mostró cohibida, tenía que hacer algo con eso de los gruñidos, tantos años obviando sus instintos alfas le estaban pasando factura.

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