Capítulo 42

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Ivory estaba en su oficia cuando su teléfono móvil personal sonó, cuando vio de quién se trataba estuvo a punto de no descolgarlo.

En la pantalla aparecía un nombre, "Michael", y la culpa que siempre sentía relacionada con él esta vez no dejó de golpearle.

Hacía meses, muchos más meses de los que él había recurrido con frecuencia a él.

—Hola, Michael —descolgó y habló.

Al otro lado de la línea no se escuchó nada durante unos segundos.

—Estás vivo.

Ivory apartó la vista del ordenador y se talló los ojos, era una conversación que no quería tener, pero ese beta nunca se mereció el trato que él le daba.

No era su responsabilidad que no fuera capaz de decirle que no, era consciente, pero que al saber de su incapacidad volviera una y otra vez, no era justo.

Siempre había sabido que no era justo.

—Lo que tengo que decirte puedo hacerlo por teléfono o en persona, es decisión tuya.

Le debía al menos la posibilidad de despedirse aunque ellos nunca hubieran sido nada.

—Donde siempre —contestó Michael al otro lado de la línea.

En su interior, Ivory hubiera preferido decir aquello por teléfono.

Donde siempre era en su casa, un apartamento cercano a su lugar de trabajo. Cuando llamó la puerta se abrió sin que nadie le preguntara quién era.

Al subir y encontrar la puerta abierta se masajeó el puente de la nariz, solo deseaba que Michael no lo esperara como lo hacía siempre.

Se alegró inmensamente al no encontrarlo desnudo y dilatado para él como una ofrenda sexual.

El beta no podía compararse al atractivo de Oker,  solo un poco más bajo que sí mismo y con un cuerpo trabajado sí era alguien sexualmente muy apetecible.

Le pidió que se sentara y por Ivory hubiera dicho lo que iba a decir de pie y se hubiera largado de allí, pero hizo el esfuerzo de sentarse.

Michael le miraba con esos ojos castaños que él tan bien conocía.

—Has encontrado a un omega —dijo el beta sorprendido, sin duda no era una pregunta sino una afirmación.

Ivory no tenía muchos contactos, pero los pocos que tenía habían sabido siempre lo poco que le gustaban los omegas. Era algo claro y evidente, y Michael lo sabía.

—Sí —contestó Ivory.

—Al final sí eran cosas de Alfas y Omegas. —Y su tono cambió. No había resentimiento, no contra él directamente.

—Con él por fin me siento libre —confesó Ivory.

Tras una pausa en la que Ivory realmente creía que había llegado el momento de marcharse, Michael habló.

—Me alegro por ti, Ivory. —El beta parecía sincero, y eso también había sido uno de los motivos por los que Ivory tantas veces había caído en él, aunque no había podido corresponderle como se debía.

—Gracias.

No tenían mucho más que decirse y una parte de él sabía que aquello era inmensamente triste.

—Eres una buena persona, Michael, no te conformes con menos de lo que te mereces.

Los ojos castaños le miraron intensamente antes de separarse, quizás demasiado húmedos, pero no se lo puso más difícil aún.

OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora