Capítulo 15

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Ivory estaba rabiando delante de su ordenador en el trabajo, su teclado sonaba escandalosamente, pero él no se dio cuenta.

Ni siquiera se dio cuenta cuando llegó Zec y sus feromonas invadieron su espacio.

Ivory levantó el rostro gruñendo salvajemente hasta que vio a su amigo.

—¿Problemas con tu omega? —preguntó Zec.

—No es mi omega —rebatió Ivory volviendo a la queja que estaba poniéndole a todos los centros que había visitado la tarde anterior.

—Pero sí son problemas —sonrió Zec.

A veces se sorprendía en cómo dos personas tan diferentes como ellos dos podían ser amigos, Zec siempre lucía una de sus sonrisas confiadas, rara vez lo había visto de mal humor. Y él, sin embargo, era alguien al que pocas veces se le escapaba una sonrisa.

—¿Comemos juntos? —preguntó Zec.

—¿Me acompañas a una guardería? —le preguntó y esa sí que no se la había esperado su amigo.

—Amigo, acéptame el consejo —se sentó Zec en el borde de su mesa—, déjalo ir.

—Se supone que soy yo al que no le gustan los omegas.

Ivory se reclinó sobre su silla mirando al otro alfa.

—Ni me gustan ni me dejan de gustar —se defendió el alfa—, pero no sé por qué estás asumiendo esas responsabilidades con un omega que no es tuyo, al que no has marcado y desde luego, su cachorro no lo hiciste tú.

Ivory se levantó, tomó sus cosas y salió de la oficina.

—¿Me acompañas o no? —preguntó, y vio como Zec, al final, le acompañaba.

—El niño no tiene la culpa de las malas decisiones de su padre, lo hago por él —fue la contestación que le dio mientras iba conduciendo de camino a su barrio.

—Sigo sin entenderlo, ese niño no es nada tuyo, y aún así, él puede hacer estas cosas, ¿por qué tomas tu tiempo para hacerlas?

Ivory le escuchaba, y le entendía, ¿por qué se estaba tomando todas esas molestias? Era cierto que el cachorro podría ir al año siguiente a cualquier centro, eran gratuitos y aceptaban a cualquiera.

¿Por qué estaba llevando todo eso a un terreno tan personal?

Condujo en silencio hasta que estacionaron fuera de la escuela infantil que Ivory había contactado ese día.

Zec esperó fuera e Ivory recorrió los pasillos, la escuela aún estaba llena de cachorros, y los olores eran muy variopintos.

Anduvo hasta el despacho del director, había contactado con aquel hombre mediante correo electrónico pero cuando llegó no esperó encontrarse a un omega de avanzada edad sentado al otro lado.

—Adelante, le estaba esperando. —Su tono no era el complaciente de los omegas, y su lado alfa estuvo a punto de gruñir, pero lo evitó.

—Quiero matricular a un cachorro alfa de cuatro años —dijo directamente.

—¿Dónde está el niño? —preguntó el omega.

—Con su padre, en casa.

—Ambos tienen que venir —dijo el hombre sin pestañear, debía reconocer que el omega tenía talante.

—No lo creo, puedo hacerlo yo.

—Aunque a usted le parezca mentira, las cosas no siempre se hacen como un alfa lo dice —le rebatió el omega—, no en mi centro.

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