Capítulo 12

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Oker trataba de no hacer ruido, el alfa, faltando a su costumbre no se había ido ese día.

Se había encerrado en su habitación, no había que ser un lince para saber que había pasado toda la noche fuera.

Habían llegado a una pseudo normalidad, y algo había pasado que la había roto.

El pastel que había hecho la tarde anterior estaba en el cubo de la basura.

Oker sabía qué era, pero él no había pedido ser salvado, lo agradecía, por supuesto, pero no se lo había pedido y no le había pedido que los envolviera en feromonas de calma, familia y tranquilidad.

También se lo agradecía, sobre todo por Kyle, pero no se lo había pedido y no se merecía ser tratado así.

Frotaba el suelo de la ducha con furia, él no se merecía casi nada de lo que le había sucedido, y de nuevo, volvía a sucederle.

De tan fuerte que estaba frotando, sus dedos chocaron contra el sumidero haciendo que sus dedos se hirieran.

Emitió un pequeño gemido de dolor, y se llevó las manos al pecho.

Las únicas feromonas de un alfa dándole consuelo que él había sentido fueron las de su padre alfa, y este se las negó cuando lo tiraron de vuelta a su hogar.

El labio comenzó a temblarle, casi no conservaba recuerdos nítidos de aquellos días, pero sí uno claro.

La cara de asco y decepción de su padre alfa, las lágrimas y dolor de su padre omega.

Tomó el estropajo y volvió a su tarea, frotó como si con ello pudiera eliminar sus recuerdos, pero como todo lo que pasó a partir de ese momento, no tuvo suerte.

Oker había sido drogado con una sustancia ilegal que hacía entrar en celo a los omegas que usaban para la cría ilegal.

Solo recordaba el olor, los gemidos, el dolor difuso y algunas imágenes sueltas de rostros deformados que no conseguía recordar bien.

A veces agradecía que esa parte de su abuso no hubiera quedado registrada en su mente consciente, otras, otras le daban más miedo sus visiones que lo que podría haber sido la realidad.

Nunca podría cambiarlo, pero sí podía cambiar su presente y cómo se sentía. No tenía la culpa de que ese alfa que le había contratado estuviera de mal humor, que hubiera tenido que ir a su rescate, que él fuera escoria social.

Él no tenía la culpa, se repitió.

Volvió a herirse las manos pero le daba igual, le daba completamente igual.

—¿Papi? —escuchó a su espalda, y trató de recomponerse lo más rápido posible.

—¿Qué tienes, cachorrito? —le contestó con todo el amor que pudo.

Kyle era el resultado del peor momento de su vida, y cuando se enteró de que le habían preñado lo odió con todas sus fuerzas. En aquel momento, pensó que si no hubiera quedado embarazado habría tenido alguna oportunidad. Luego tuvo claro que no, su mundo se destruyó cuando decidió subir a aquel coche.

Cuando fue expulsado, la criatura en su interior fue su única compañía, no era capaz de sentir nada por él, no era capaz casi de sentir nada más que un profundo dolor.

Pero cuando lo vio, cuando lo tuvo en sus brazos, Kyle fue lo único bueno de su vida. Lo único. El motivo por el que no se permitió caer nunca más, era su motor, lo era todo.

—Tengo hambre —dijo el niño.

Se le había pasado la mañana entre el temor de que el alfa saliera y le gritara de nuevo, y hacer todo lo más silenciosamente posible.

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