Capítulo 33

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Milo estaba mirando la entrada de su casa, finalmente y tras conseguir apartarse de los labios de Buddy por más de media hora, había abandonado la fiesta.

—Voy contigo —le dijo Buddy, y Milo no había algo que más quisiera que estar con Buddy, pero aquello era algo que tenía que resolver él mismo.

—Sabes que no puedo, esto tengo que hacerlo yo.

Buddy asintió y le pidió a un beta de la seguridad que le llevara a casa, pero antes de dejarlo marchar sin él, le recordó qué era sentir sus labios.

Como si para Milo no hubiera sido el mejor momento de su vida.

Pero ahora estaba allí, metiendo la llave en su puerta y nervioso por lo que iba a encontrar dentro.

Zec lo había visto besándose con otro, pero a su parecer ese no era el principal problema de su relación.

Sino cómo habían llegado a ese punto cuando estaba claro que Milo no le gustaba lo más mínimo.

La casa estaba a oscuras, ¿podría ser que al final Zec no hubiera ido hasta allí?

Pero el reflejo azulado de la televisión le dijo que él estaba allí y el corazón comenzó a latirle con mucha fuerza.

El alfa estaba a oscuras salvo por los destellos de una televisión de  fondo que no estaba mirando.

Pero en cuanto Milo entró sí le miró.

—¿No estás comiéndole la boca al omega ese? —le dijo, veía a su lado una botella a la que no le quedaba mucho contenido.

—Yo no te gusto —dijo Milo, sacando valor de donde ni siquiera sabía que podía tenerlo.

Zec lo miró, parecía que iba a decir algo feo e hiriente, Milo se protegió para el golpe verbal, pero al final este no llegó.

—Tú no tienes nada de malo, aquí el que está hecho una mierda soy yo.

Milo había deseado escuchar algo similar hacía mucho tiempo, pero sobre todo cuando lo dejó tirado en una cama sin saber qué había pasado. Pero al menos estaba allí, y parecía que por fin iban a hablar.

Milo se acercó lentamente, Zec era atractivo, su pelo rubio cortado en un bonito corte alfa le quedaba realmente bien, su rostro anguloso con dos penetrantes ojos negros le habían vuelto loco en el pasado.

Pero ahora solo le daba un poco de pena, no se había quitado el traje, salvo la chaqueta arrugada de cualquier manera.

Finalmente se sentó en el sofá y esperó.

—No me gustan los omegas —dijo Zec después de una eternidad, aunque Milo ya lo sabía y ya daba por perdido ese matrimonio, dolió. Pero no le interrumpió, creía que iba a ser la conversación más sincera que iba a tener con su alfa.

—Y esta noche me he dado cuenta que tampoco soy carne de beta —eso Milo no lo esperaba, ¿quería decir que era como Olson y Thar?— Tendría que habértelo dicho, pero yo ni siquiera era tan consciente de ello.

—¿Alfas?

Zec no contestó, no hizo falta cuando el alfa se miró las manos avergonzado.

—¿Por qué te casaste conmigo? —Esa era una pregunta que Milo siempre se había hecho, no es como si él hubiera tenido muchos pretendientes, de hecho, no tenía ninguno, pero quizás...

—Mi padre omega te encontró oportuno y ojalá lo hubiera sido yo, no tendría que haberme casado contigo, nos he hecho desgraciados a los dos.

Milo era consciente de que eso era el fin de todos sus sueños, hasta esa noche había creído que todo se arreglaría mágicamente, que su alfa finalmente lo querría, que tendría cachorros, que sería un omega completo.

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