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Un día más llegó y no era cualquier día, sería el primer día en la primaria de Diz, la misma a la que yo fui. Ella estaba nerviosa, feliz e ilusionada no podía estar quieta por lo mismo daba brinquitos y se movía rápido de aquí para allá, aunque la tuviera tomada de la mano, si la soltaba parecía que fuera a correr como si estuviera en una carrera.

—¿Llevas todo? —Le pregunté en un intento de distraerla.

—Si papá, como te dije hace poco allá. —Señalo la otra calle que habíamos pasado.

—Siempre es bueno preguntar, no sabes a cuántos niños se les olvida incluso la mochila a medio camino. — Reí y la cargué el resto del camino.

Al llegar a la eskuela había mucha gente, demasiados niños fuera de la escuela corriendo, jugando, platicando, gritando entre otras cosas, el bullicio se oía por toda la calle. Unos adultos al igual que yo traían niños nerviosos por su primer día, había grupos de padres cuchicheando mirando a varios lados.

—Sé buena ¿sí? Recuerda avisarme si alguien te hace algo.

— Haré lo que tía Gaz me enseñó.

—No le pegues a nadie en tu primer día de escuela, mejor dime a mí y ya. — Negué con la cabeza soltando un suspiro pensando que no debí dejarla con Gaz tanto tiempo cuando iba a trabajar.

Después de un rato un fuerte sonido se presentó llenando todo el lugar, la chicharra aviso que tenían que entrar. Los niños corrieron en dirección a las puertas, deje a Diz en el suelo y ella me dió un beso en la mejilla, se despidió y entro corriendo como todos. Me quedé un poco viéndola irse, una sensación de felicidad y cosquilleos en mi pecho me hicieron sonreír orgulloso de mi pequeña.

Cuando decidí que era el momento de irme, tranquilamente gire sobre mis talones y camine directamente a los Laboratorios Membrana sin embargo cuando estaba pasando por el final de la calle alguien me empujó con fuerza, casi me logra tirar si no tuviera mis pies firmes sobre el suelo, me moleste y fruncí el ceño al escucharlo.

—¡Muévete gusano!

Al dar media vuelta para enfrentarlo me encontré cara a cara con una persona ¿Conocida? Era un chico más bajo que yo, con gesto altanero, piel blanca, cabello negro y ojos... Oh Dios, ¡esos ojos! Mi ceño fruncido se calmó al instante y terminé con una expresión confundida, mi corazón latió tan fuerte que pensé que podría escucharlo.

—¿Zim?

Mi corazón voló instantáneamente al solo decir su nombre, mis piernas temblaron y mis ojos se abrieron de golpe al escuchar su hermosa voz, la voz que en años no oía. Una sutil sonrisa se posó en mis labios lleno de felicidad, quería llorar incluso por esta sensación.

—Parece ser que mi disfraz mejorado no sirvió de nada. —Suspiro y se cruzó de brazos. —Nos volvemos a ver, humano.

—Zim ... Zim... ¡Oh por Júpiter! Estás aquí... —Intente tocarlo, pero él se movió unos centímetros para evitarlo.

—¡No tienes autorización para tocar a Zim!, ya no. Limitante a hablar y a ver por defecto.

Zim frunció la boca, pero yo no podía calmarme, con esfuerzo me tragué el llanto de alegría que quería salir.

—Pero, ¿qué haces aquí?

Tenía esperanzas de que dijera que venía por mí, que regresaba por mí, a buscarme para poder hablar, célebre antes de tiempo puesto esas esperanzas fueron aplastadas rotundamente con su respuesta.

—He venido a dejar a mi smeet a la eskuela, la cría de Zim necesitará una vida semi común de humano al vivir en este apestoso planeta lleno de lodo.

Papá soltero [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora