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Arlene

Desperté con el recuerdo de la mandíbula de Demian cerrándose en mi cuello.

Cuando empezó todo, ese fue el inicio, el primer problema. Sin embargo, la noche anterior, cuando escuchaba a todos hablar en la gran sala, comprendí que no fue ese el principio,...sino que alguien oculto en las sombras, que no quiere a mi padre tal vez, me quiere muerta y consiguió que Demian intentara asesinarme, sin éxito por suerte.

Todo me parecía tan injusto. Hacía tan solo una semana mi mayor preocupación era la de evitar a los maridos y ahora tenía que sobrevivir. Una semana,...¿nadie había preguntado por mí en ese tiempo? ¿no había salido tal vez en el diario?

Me incorporé confusa en la cama, lancé un vistazo rápido a la habitación para ubicarme y darme cuenta de que seguía sin estar en mi cama y en mi casa.

Me puse de pie e hice sonar la campanilla. Bettly se asomó por la puerta minutos más tarde.

—¿Me llama, mademoiselle?

—Si, quisiera vestirme por favor.

—Por supuesto.—Abre los placares y busca un atuendo.

—Quisiera algo modesto, para salir a la calle.

—¿Mademoiselle va a salir hoy?—me mira asombrada.

—Voy a hacer un pequeño recado, nada mas, pero quiero pasar desapercibida, que no me reconozcan. ¿Puedes ayudarme con eso?—en el rostro de Bettly se dibujó una sonrisa complice.

—Venga—me tiró de la mano para ponerme de pie—va a quedar irreconocible, ya verá.—Hurgó un buen rato hasta que sacó un vestido beige amarronado con muy pocos volados y nada de encaje. Se tomó muy en serio la palabra "modesto". El vestido me quedaba bien, no estaba acostumbrada a verme como una campesina, pero para la ocasión servía. Un abrigo en color azul oscuro y un sombrero. El pelo me lo recogió en un rodete detrás, para ocultarlo lo más posible y no se viera su color bronce.

Me até un pañuelo al cuello y bajamos juntas las escaleras, mirando a ambos lados para que nadie nos viera.

—¿Tú tienes las llaves para abrir?

—No, ese es Louis—se acercó a un hombre grande y amplio que salía de una habitación—Louis, monsieur Louis.

—Mademoiselle—hizo una reverencia.

—Mademoiselle precisa salir hoy a tomar aire fresco, volverá más tarde, ¿puede por favor abrir las puertas?

—¿Monsieur Lukyan lo sabe?

—Si—intervine—cree que me hará bien tomar algo de aire fresco despues de todo lo ocurrido, más tarde regresaré.

—Como ordene entonces—Monsieur Louis se hizo a un lado y abrió las grandes puertas para dejarme pasar.—Disfrute del día mademoiselle—me dijo pero ya estaba lejos para oírlo. El día en realidad estaba terriblemente nublado y oscuro. Toda mi idea de ver el sol, quedó aplastada por unas negras nubes que amenazaban con empezar a llover en cualquier momento.

Caminé despacio tratando de ubicarme, no sabía en qué parte de la ciudad estaba. Caminé perdida entre la gente por la rue de la Gloire, siempre tratando de recordar por dónde venía para poder regresar luego.

—Aqui tiene su periódico monsieur—dijo el niño a mi izquierda e inmediatamente me detuve. Me acerqué a mirar más de cerca.

—¿Puedo tomar uno?—pregunté.

—Son dos franqueses.

—No tengo dinero.

—Lo siento querida—dijo con todo descaro el niño que no pasaba de diez años.

La chica de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora