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Arlene

—Me encanta que no estés nerviosa— me dice Astrid poniendo azúcar a mi té. Había insistido en que desayunáramos juntos. Claro está, ellos no desayunaban.

—Tú sabes lo que pienso mejor que yo— contesté y ella se limitó a sonreír.

—¿Nerviosa por qué? — apareció Demian en el salón.

—Ah, ¡mirate! Creí que no vendrías, con lo escurridizo que andas últimamente.

—Ya basta Astrid, ¿de qué hablan? —tomó asiento en un rincón cerca de Lukyan, quien no había hablado en toda la mañana. Diría que socializar no era lo que más le gustaba.

Demian volteó hacia mi. Giré la cabeza, crucé mis manos y enredé los dedos nerviosa. A su manera, anoche me había dicho que me quería, y yo solo me había ido. No estoy segura de si eso me convierte en la mala de la historia aquí. Hice lo que me salió en aquel instante, me dió pánico, no supe cómo actuar y solo huí, como buena rata que soy. Rompí su corazón, ¿tiene corazón?

—¿Estás segura de esto? —escucho que me dice él y no me entero de qué habla, estaba tan ensimismada en lo mio que me perdí parte de su conversación.

—¿Perdón? ¿Me repiten?

—¿Tienes algún problema conmigo, necesitas que me retire del salón para que estés a gusto? ¿Es eso? —se pone de pie y casi no me da tiempo a reaccionar, llámenme lenta pero no sé actuar en situaciones que requieren rápida acción.

—¡No! —camino hacia él que se aleja hacia la puerta, pero tropiezo con mi propio vestido y tiro la mesita del té haciendo un gran barullo entre tazas que caen y tetera que se parten en miles de pedazos al golpear el suelo volcando el humeante té. Él se gira a ver que pasa —¡espera! —le digo haciendome a un lado para que pasen las sirvientas a limpiar, que Astrid rápidamente había llamado. —Yo nunca dije que me molestaras— me aclaro la garganta y el me mira serio— no tengo ningún problema contigo. Yo tengo problemas que solucionar conmigo misma, pero ninguno contigo así que no tienes porqué irte de la sala.

No estoy segura de si me cree o no, de todas maneras se queda y vuelve a su asiento.

—Me estaban por preguntar algo— digo— antes de que hiciera este desastre.— Señalo las tazas rotas. —¿Qué era?

Busco respuestas en la mirada de todos, están algo disgustados por la situación. Mi torpeza y mi renuencia con Demian, lo comprendo, es su amigo.

—Demian quería saber si te sentías segura teniendo a tu padre aquí en la fiesta. —Fue Lukyan quien lo dijo.

Demian no me miró y me pregunté si ya se habría cansado de verme. Bajo aquellas negras pestañas, unos hermosos ojos ambarinos se resignaban a verme, y me dolía.

—Mi padre en la fiesta, sobreviviré— contesté sin sentimiento en la voz, lo guardé todo para mí. Tenía muchos encontrados. Claro que sentía cosas por Demian, por supuesto que sí. Pero no era lo que me convenía para el futuro. No, tenía que priorizar, hacer sacrificios. Sacrificarlo a él, aunque me doliera admitirlo. Ya habría tiempo para el amor en otro momento, más adelante. Aún soy muy joven y hay muchas cosas que quiero hacer.

Mi padre me preocupaba, mucho en verdad. Pero no quiero que nadie lo sepa. Sé que todo estará bien, Demian me protegerá. Pero eso no quita mi preocupación. Me temo que me reconozca. Él me crió, me vió nacer. Sabe quien soy.

¿Qué dirá? ¿Qué diré yo? ¿Lo notarán los demás? De solo pensar en verlo se me saltan las lágrimas. Volteo hacia la ventana. Ellos están entretenidos hablando y no me notan. Las lágrimas bajan en silencio, limpiando el dolor de tanto extrañarlo, de extrañar a un padre que hace mucho no está ahí. Una pena que se hizo latente en los últimos años y que tanto quisiera se fuera y volvieramos a ser solo nosotros, papá y yo.

La chica de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora