Arlene
—Estoy lista para ser tu prometida, solo dime qué debo hacer—le dije apareciendo en su despacho entrada la madrugada. Recuerdo la cara de sorpresa que puso al verme de pie en la puerta, vestida en camisón. No estaba segura de si la sorpresa era por mis palabras o por estar vestida en ropa de cama.
—¿Por qué no estás durmiendo?—fue lo que pudo articular.
—Porque me di cuenta que ustedes están despiertos de noche, que ahora pueden salir y explorar el mundo y entonces yo debo adaptarme. ¿Qué haría tu prometida?—traté de sonar lo más segura posible.
Su mirada me calaba desde el otro lado de la habitación, no podía descifrar lo que estaba pensando. Probablemente me mandaría a dormir como lo había hecho antes, pero permanecí quieta a la espera, en silencio. Un silencio mortal entre ambos. Incómodo, sepulcral que igualmente me confundía, podía ser todo lo malo pero luego ser algo bueno. Como anoche, luego de toda la tormenta, él abandonó su pedestal de monstruo y creí ver un atisbo de humanidad. Fue dulce conmigo y lo agradecí en gran manera. Deseaba con todo el corazón que ese nuevo personaje siguiera allí, que no se hubiera dormido nuevamente para dar paso al monstruo otra vez.
—Mi prometida vendría conmigo a cazar—dijo tranquilo y sentí como se me cerró la garganta—¿quieres venir conmigo?
¿Era el monstruo el que hablaba? Tenía que alimentarse para vivir, yo lo sabía y eso no tenía remedio. Al menos no eran locos que mataban porque sí. Tenía solo unos segundos para responder y muy poco tiempo para decidir, me hice la fuerte y le dije que si.
—Será un placer, Demian.—Él entornó los ojos sorprendido y se puso de pie acercándose a mí. Al pasar a mi lado susurró en mi oido.—Te espero abajo en veinte minutos—sus palabras, aunque frío su aliento, quemaron mi piel. ¿En qué diablos me había metido? Sentía que estaba hiperventilando pero no podía echarme atrás, no, no ahora.
Caminé hasta el cuarto y me vestí lo mejor que pude sin la ayuda de Bettly, no quise molestarla a esas horas, de seguro estaba durmiendo pacíficamente, como yo debería haberlo estado también. Bajé las escaleras y me lo encontré junto a la puerta esperándome.
—Eso fue rápido—me dijo—Y bastante bien para haberlo hecho sin ayuda.
—¿Cómo supiste?—pregunté casi escandalizada, ¿acaso estaba mirando?
—Todos en la casa duermen Arlene, no hay que pensar mucho.—Siempre tenía razón y yo quedaba como una tonta. Me tendió el brazo y salimos a la calle.
Todo estaba en silencio, no había carros, gente ni animales. Solo el sonido de algunos árboles que se mecían con el viento y luego el ruido de la reja al cerrarse detrás nuestro.
Estaba consciente que no solo éramos nosotros los que estábamos despiertos, los guardias rondaban el lugar y era solo cuestión de tiempo cruzarnos con uno. Luego algún que otro vagabundo o bandido, ellos merodeaban por las noches también. Pero la primera impresión que tuve de París en la noche, fue soledad, y sentí pena por Demian, por Lukyan y Astrid. Su vida era muy solitaria. Salían cuando todo ya se había apagado, cuando ya no tenía vida la ciudad. El sol, tan hermoso que era y no podían disfrutarlo. Me encontré a mí misma descubriendo lo hermosa y efímera que era la vida, en un segundo todo podía cambiar, tal vez para siempre.
Demian me llevó del brazo hasta la zona cerca del río, bajo el puente y junto a la orilla. Había algunas familias agolpadas tratando de dormir con el frío. Al ver la escena se me detuvo el corazón. Demian iba a elegir a alguien de allí y lo iba asesinar frente a su familia y frente a mí. Entré en pánico y me colgué de su brazo.
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La chica de Rojo
Vampire«La herida quemaba y la piel se desgarraba. Sabía que tenía que luchar, defenderme. Al principio lo intenté, tironeé de la ropa del vampiro pero no conseguí nada. Luego me rendí. Comprendí que mi suerte ya estaba echada y nada podía hacer para cambi...