Arlene
Soñé con él. Con sus fuertes brazos sujetándome y sus apasionados besos dejándome sin respiro, entonces desperté y estaba sola en la habitación. Él se había ido. Me sentí como una tonta aquí desnuda entre las mantas. No solo eso, si no todo, ¿cómo pude? ¿qué me pasó? ¿por qué caí de esa manera tan estrepitosa? No tendría que haber olvidado todos mis sentimientos, lo que yo creía. Me sentía sucia, había compartido cama con el enemigo, ¿era mi enemigo?. La puerta se abrió y entró él con una bandeja pequeña.
—Te despertaste—me dice sonriendo—no sabía cuando lo harías, fui por una taza de té y unas galletas, no sabía cuales te gustaban así que traje varias.—Se sentó a mi lado y me miró de frente—¿estás bien?
Uy, hay tantas cosas que no están bien que no sabría por dónde empezar. Él, por ejemplo, ¿qué es lo que esperaba de mí? Entiendo que yo di ciertas esperanzas, fue mi culpa. Y también mi mente está hecha un lío en este momento, se mezcla la escena del río, el monstruo con el amante. El malo con el bueno. ¿Cuál era real?
—No lo sé—contesté, él me acercó el té.
—Bebe, luego hablamos—lo miré con desconfianza—es solo té—sonríe, ¿piensas que te voy a envenenar o algo así?
Bebo un poco, está delicioso. Pienso en el cocinero y me viene el recuerdo de Astrid y un cadáver en la cocina, instantáneamente alejo el té, no quiero nada de ese lugar. Moriré de hambre, no me importa.
—¿No quieres una galleta? Yo no las probé pero me dijeron que están deliciosas.
—No, gracias—se me revuelve el estómago ante la idea.
—Está bien, ¿quieres hablar sobre lo que paso?
—No hay mucho de qué hablar—soy consciente de que sueno poco amable, aunque quisiera ser buena con él, mi instinto me pide precaución—tú entraste y te lanzaste sobre mí.—A él le causa gracia lo que digo—no es gracioso.
—Tú formaste parte de ello, no te obligué a nada—sonríe de costado y se ve muy atractivo al hacerlo. Tiene razón y no sé cómo zafarme de esto. Pero realmente no sé, estaba tan segura, tan convencida de lo que pensaba, sentía. Verlo me daba asco, y ahora lo deseaba. No entendía cómo había sucedido esto. Que tenía que hacer ahora, si dejarme llevar o poner mis límites. Él estaba esperando mi respuesta y yo estaba tardando mucho en dársela.
—Ya lo sé—dije al fin, miré el suelo y luego a él. Sus ojos ambarinos no se alejaban de mí.—¿Qué se supone que haga ahora?
—Lo que tú quieras—contestó y rebuscando en mis pensamientos, lo que quería era besarlo. Pero sería demasiado atrevido de mi parte, por lo cual me limité a parecer seria frente a él.
—¿Podemos mantener esto oculto de tu hermano y Astrid?
—Claro que si.
—Y tu y yo...
—No tiene que haber nada entre nosotros si no quieres—me sentí un poco aliviada, no estoy preparada para una relación de ningún tipo.
—¿Podemos ser amigos?—Me salió del alma y creo que fue un gran avance entre nosotros. Se notó sorprendido, puede que no fuera lo que esperaba escuchar, sonrió graciosamente y asintió con la cabeza.
—Si, amigos está bien.—Tomó mi mano y la besó, inmediatamente tuve el recuerdo de sus besos en mi piel a lo largo de mi cuerpo, cerré los ojos para anularlo. Se puso de pie y se alejó hacia la puerta—deberías comer algo, hoy vamos a salir a averiguar sobre los botones, necesitas alimentarte.—Cerró la puerta tras de sí e instantes después entró Bettly. Me sentí avergonzada. Ella miró la escena, las sabanas y las mantas tiradas por todos lados, una lámpara caída, ropa en el suelo.
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La chica de Rojo
Vampire«La herida quemaba y la piel se desgarraba. Sabía que tenía que luchar, defenderme. Al principio lo intenté, tironeé de la ropa del vampiro pero no conseguí nada. Luego me rendí. Comprendí que mi suerte ya estaba echada y nada podía hacer para cambi...