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Demian

Golpeo la puerta para entrar a su habitación pero se encuentra renuente a abrir. Abre unos segundos y al verme vuelve a cerrarla en mi cara.

—Arlene—llamo a la puerta—¿está todo bien?

Tal vez debería avisar a su mucama, la chica que trató de asesinarme con el sol, no recuerdo su nombre ahora. Golpeo de nuevo y solo escucho un débil "voy".

Arlene no es así. No es que quiera pensar mal de ella, pero algo se trama. Ha estado extraña el día de hoy, algo oculta. Quiere que huyamos, no puedo permitirme más sorpresas si es que lo vamos a hacer.

Empujo la puerta fuertemente y ella se asusta al verme. Sus ojos como dos platos están fijos en mí, me teme, ¿por qué me teme? Me acerco lentamente a ella, traga despacio, puedo oírla y entonces lo siento. Viaja por el aire, golpea con fuerza mi nariz. Es el olor gris, el olor de la muerte. La miro consternado y preocupado también, luego volteo siguiendo los rastros de muerte que me llevan hasta la cama. Arlene lanza un quejido, la miro y me da la espalda. Levanto las mantas y miro debajo de la cama.

Tengo ganas de gritar, maldecir y romper todo a mi paso. Siento que todo esto fue mi culpa, en innumerables maneras lo fue. Yo la corrompí, pasito a paso, la traje hacia mi. Le mostré la muerte, lo fácil que era matar. La oscuridad en mi nos cubrió a ambos. Y su criada trató de matarme. Cuando ella dijo que la asesinaría, creí que bromeaba. Nunca imaginé que fuera capaz de tal acto. Arlene siempre ha sido la más pura, la correcta. Yo destrocé su ser.

No soy capaz de imaginar una solución para esto, ella nunca más será la misma.

—Me odias, ¿verdad?—dice sin mirarme. Me acerco a ella y la volteo, aun con miedo de lo que veré en sus ojos.

—No— digo tragando saliva—¿por qué lo hiciste?

—Fue un accidente—se siente aliviada de que le haya preguntado y me narra toda la secuencia de lo ocurrido hasta que Bettly llegó a estar bajo la cama—yo no quería matarla, solo asustarla—las lágrimas caen a borbotones por sus mejillas, yo las contengo con mis manos— esto es horrible, soy horrible...

—Está bien— no hay nada más que pueda decir, accidente o no, hay un cadáver que ocultar. Su vida no volverá a ser la misma, ya no es la misma. Imprimo mis labios en los suyos para calmarla y eso parece surgir efecto, respira mas tranquila— yo me encargaré de ella— susurro y ella asiente. Ya quisiera que fuera asi de fácil. No tengo idea de cómo hacerlo. La chica era muy querida en la casa, alguien notará su ausencia y yo no puedo pasearme por ahi con una muerta bajo el brazo.

Quito las sabanas de la cama y envuelvo a la mucama en ellas, la aseguro bien y me la cargo al hombro. Arlene me mira aterrorizada, mira para otro lado cuando nota que la veo. Luce fatal.

Salgo al corredor y tengo suerte de no encontrarme con nadie. Voy a los pasillos y llego a la zona de servicio. Aun no es del todo de noche, no sé si podré finalizar mi tarea en el momento.

—¡Monsieur Demian!— llamó madame Quorré, la ayudante de cocina.

—Madame— digo inclinándome como puedo con el cadáver al hombro. Me mira inquisitivamente, nerviosa.

—¡Oh! esto— señalo a la muerta— otro de los muertos de Astrid, me pidió que lo trajera a la cocina pero me temo que ya está seco. Yo mismo me iba a deshacer de él.

—Ah— dice, y creo que aún no se acostumbra al ritmo de esta casa. Es de esperar, muertos en la cocina no es lo común—puedes llevarlo al patio trasero.

—Muchas gracias madame, ahí lo llevaré.

Continué mi camino hacia el patio trasero, la vista de la señora seguía fija en mi. Me pregunto si sospechaba algo.

La chica de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora