4

353 38 20
                                    

Esperaba el metro en la estación de Nakano y miró su reloj que marcaba las siete y cinco de la mañana. Tenía sueño y no pudo dormir bien la anterior noche debido a estar pensando en el luchador. Un aviso llegó a sus oídos de que el metro estaría por llegar en pocos minutos, por lo que aguardó a su llegada y se mantuvo en su sitio con sus manos metidas en los bolsillos de su sudadera naranja.

«¿Habrá pasado la noche con Bulma? —Pensó—. No, imposible. Está con Goten» se dijo aunque bien en el fondo sabía que eso a un hombre como aquél le era indiferente. Cabía la posibilidad, pese a que fuese mínima, de que Gokū pasase la noche con la de pelo turquesa intentando conocerse mucho más; al fin y al cabo, él estaba divorciado y ella ya no tenía pareja. Eran libres y podían hacer lo que quisiesen, pues no atentaban contra la dignidad de nadie.

El hocico del metro se asomó por la redonda entrada de la estación y levantó viento con su potente velocidad, arrasando con la tranquilidad que hace escasos segundos reinaba en la zona. El transporte se detuvo y abrió sus puertas un poco más allá de la posición del moreno, quien en unos pasos pudo adentrarse en el concurrido espacio. Se mantuvo en la planta principal y alzó la mirada avistando un hueco libre en la superior. Con su pequeña mochila a cuestas, subió las escaleras y se sentó en un asiento que daba a la pared del metro, quedando frente a un muchacho no mayor de diecisiete años que iba al instituto.

Lo miró de refilón y evitó sonreír al recordar su etapa como chaval de instituto. Ahora que tenía veinte, se sentía muy viejo y pensaba que su vida había pasado deprisa y que casi no se había enterado de su proceso de madurez, salvo que su pasado no fue tan pacífico como el promulgaba.

Se quitó la mochila y la dejó encima de sus muslos con sus manos sobre ella, abrió el compartimento pequeño localizado en el centro y rebuscó paciente sus auriculares blancos. Cuando los halló, los conectó a su móvil y con su dedo índice sobre la pantalla táctil buscó su aplicación de música. No había nada en el mundo que le relajase más que la música pues ésta le extraía del mundo real y lo sumergía en uno distinto, haciendo él su propio videoclip con las cancones de otros.

Chandelier de Sia comenzó a sonar a través de los audífonos del moreno, quien subió medianamente el volumen para zambullirse en la canción y en la desgarrada voz de la cantante. Esa canción, en lo que llevaba de año, era la más sonada en las radios. Sin duda, dos mil catorce parecía ser el año de Sia y de Sam Smith, de quien cuyas letras Vegeta quedó prendado por su profundo sentimiento al cantarlas.

Pese a sus esfuerzos por imaginar otro escenario, el peli-flama no paraba de pensar en el boxeador de tatuajes y cabello puntiagudo. Colocó su codo encima del apoyabrazos y acomodó su barbilla en la palma de su mano, concentrándose en el paisaje que pasaba rápido ante sus ojos a medida que la canción avanzaba. Una de las preguntas que surcaban su mente era la referida a la situación que se podía encontrar al llegar a su destino. «¿Estará con ella?» o «¿cómo haré para lidiar con esa circunstancia?» competían por ser el ganador de una respuesta que, por desgracia, Vegeta no tenía.

No entendía cómo es que podía estar así con tan sólo haber intercambiado unas cuántas miradas y conversaciones escuetas con Gokū, ni siquiera éste era educado con él. Vegeta pretendía evitar sentir atracción por aquél, pero le parecía una tarea hercúlea el no pensar en él. Su mirada penetrante, sin un ligero brillo y embrutecida caló en el alma del peli-flama, quien inconsciente sonrió con boca pequeña al rememorar su cara a cara en su puesto de trabajo. El tenerle tan cerca y poder sentir cómo sus respiraciones se fusionaban ayudó a Vegeta a imaginar un contexto muy distinto al que él recordaba, entrando en escena jadeos y roces candentes.

Notando que sus mejillas poco a poco se ponían rojas ante tal pervertida ensoñación —y que cierto amiguito ya despertaba bajo sus negras mallas de tres cuartos—, el peli-flama cruzó su pierna derecha y ocultó, a conciencia, su pequeña erección avergonzado. «Dios..., ¿qué me está pasando?» pensó poniendo sus manos sobre su mochila para hacer presión y ablandarse inadvertido.

Heal Me [Kakavege Fanfic]EN HIATUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora