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Vegeta y el pequeño se bajaron del gran automóvil que les recogió en casa del primero y caminaron hasta estar dentro del edificio en el que residía el luchador. El niño caminaba con rapidez hasta llegar al ascensor, con la ilusión que le caracterizaba por regresar al lado de su padre. El peli-flama sostuvo a Goten de la mano y lo posicionó a su lado para no perderlo de vista en la concurrida antesala.

—Goten, tranquilo. Casi no puedo seguirte el ritmo —le dijo Vegeta acomodando el asa de su mochila encima de su hombro.

Queyo ved a mi papi —comentó el niño con una sonrisa.

—Lo sé, pequeño, pero tienes que estar a mi lado. No quiero que te pierdas —entraron en el elevador y picó la última planta.

Mantuvieron el silencio mientras el ascensor subía a su ritmo. Goten se sujetó a los desgastados pantalones vaqueros de su niñero, apreciando la dureza de dicha tela con sus pequeñas manos. Vegeta acarició la cabecita del callado niño y sonrió imperceptible. A su mente llegó la idea de encontrarse a Gokū recién despierto, con su cabello revuelto y, de seguro, sin camiseta detrás de la puerta para recibirle. «Te recibe porque tienes a su hijo, no para verte a ti» se dijo a sí mismo. Vegeta rodó los ojos y cargó a Goten en brazos en cuanto el elevador se detuvo en la planta indicada.

El niño jugó con los fríos botones de la chaqueta de mezclilla de su canguro atento, dibujando con sus ojos el contorno de los mismos y tratando de averiguar qué color los recubría. Las puertas se abrieron de par en par para vislumbrar un pasillo iluminado con luz natural, el cual fue recorrido por el cargado peli-flama. Alargó su mano hasta el timbre que se situaba a un extremo de la puerta y esperó, con el corazón latiendo a mil tras la imagen proyectada en su mente, el recibimiento de su jefe a tiempo parcial. Escuchó pasos dentro. Eran pasos descalzos y sin ningún tipo de prisa. El manillar de la puerta fue manipulado para atraer la atención del joven moreno, quien seguía con el infante en brazos. La puerta en mate se abrió, dejando ver que la ensoñación de Vegeta se hizo realidad ante sus ojos. «Dios… mío…» suspiró para sus adentros al verle ahí de pie.

Sin camiseta.
Con cabello revuelto.
Con su duro rostro algo hinchado por despertarse recientemente.
Vestido de cintura para abajo con un pantalón de pijama holgado que se enganchaba en sus estrechas caderas, presumiendo su venoso vientre bajo y sus fornidos oblicuos.

—¡Papiiii! —Gritó eufórico Goten extendiendo sus brazos hacia si padre.

Éste lo agarró con cuidado por las axilas y lo acercó a su pecho. Cerró su ojo derecho evitando que el dolor se intensificase en su cabeza. Parecía que tenía resaca.

—Hola, precioso —le dijo con voz ronca. Algo en Vegeta vibró.

Su hosca mirada se posó en el joven de cabellos en forma de flama, quien también fundió su mirada con la de aquél.

—¿Cómo se ha portado?

—B-Bien… Anoche durmió de un tirón, casi sin protestar.

—Gracias por cuidarle.

—No es nada —Vegeta entrelazó sus manos.

—Hoy puedes tomarte el día libre —sugirió tomando las pertenencias de su hijo en mano—. Ya te avisaré.

Vegeta frunció su ceño.

—Vale.

—Dile adiós a Vegeta, Goten —le mandó a su hijo mirándolo.

—Yo quieyo que se quede… —Dijo el pequeño peli-flama formando un puchero con su boquita.

—Hoy no va a poder ser.

Heal Me [Kakavege Fanfic]EN HIATUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora