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Un enorme Mercedes se aparcó delante de la puerta del bar que pronto cerraría. Vegeta miró el vehículo y no pudo estar más desconcertado. Frunció levemente si ceño y pensó que era una parada exprés, pero lo descartó completamente cuando del vehículo salió un gran hombre con gafas de sol y vestido de negro. «¿Qué hace el escolta de Gokū aquí?».

—¿Señor Ōji? —Se pronunció con las manos detrás de su espalda.

—Sí, soy yo.

—El señor Sūn me ha mandado ha recogerle. ¿Ha acabado su turno?

Hacía escasos minutos que había finalizado, por lo que, a voz de pronto, sí. Vegeta bajó con cuidado las rejas del local y las unió al suelo con ayuda de su llave para bloquear cualquier tipo de manipulación en ella. Se sacudió sus manos en el pantalón y asintió en dirección al fortachón.

—Sí, ya he acabado.

—Estupendo. Por favor, entre al coche —abrió la puerta y se quedó a un lado, añadiendo lo siguiente—: Abróchese el cinturón.

—Cla-Claro... —Tartamudeó haciéndose paso por la puerta para sentarse cerca de la ventana tintada.

El guardia cerró la puerta y se montó en el coche para luego prender el motor. Vegeta vio que el interior del auto estaba iluminado con luces led que se adherían al techo del coche y que cambiaban de un color azul tenue a uno morado de la misma naturaleza. Y así continuamente y de manera poco perceptible. Las calles estaban desiertas debido a la hora, que eran las tantas de la noche y todavía el moreno seguía despierto. «¿Para qué quiere que vaya a su apartamento?», pensó con la mirada fija en la carretera. Se abrazó a sí mismo y subió la cremallera de su chaqueta negra hasta arriba para que el frío no calase en sus huesos. Tras el viaje, Aoyama estaba llena de luz incluso en la madrugada. Parecía que no quería dormir. El guarda aparcó en intermitente delante de la puerta del edificio, cuyas luces se mantenían encendidas hacia el exterior. Vegeta se bajó del auto y caminó con sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta chandalera negra y entró cabizbajo en el edificio.

Él no se sentía parte de ese sitio. Ni siquiera se sentía parte de esta parte de la sociedad. Él vivía en un pequeño piso de alquiler que, a veces, le dejaba un poco apretado a final de mes, pero era feliz. Caminó hasta el ascensor y se montó para picar el botón de la planta a la que tenía que ir. El ascensor subió y no tardó en llegar y, al abrir, el moreno salió con la cabeza gacha. Seguía preguntándose el por qué estaba ahí. Se decía que él no tendría que estarlo, y mucho menos después de haberle dejado plantado aquella mañana. Detuvo su caminar ante la puerta negra en mate y alzó la cabeza para mirar el timbre que estaba a un lateral de la misma. Tragó saliva y sacó su mano derecha del bolsillo para tocar el timbre, que emitió un sonidito alertante. Guardó rápidamente su mano y se separó unos centímetros de la puerta con el corazón latiendo a mil. Soltó un suspiro y tragó saliva.

La maldita puerta se abrió dejando ver al pelierizado vestido como lo había visto en su trabajo, algo que hizo sonrojar al moreno. Le gustaba verlo así; tan desenfadado y tan dominante al mismo tiempo. La diferencia de altura era notoria y eso a Vegeta le ponía en parte. Gokū era fuerte y su espalda era ancha y musculosa incluso debajo de la camiseta, prendiendo cierta llama interna en el moreno.

—Entra.

Sin mediar palabra, el niñero entró en el apartamento que no estaba totalmente oscura gracias a la lámpara sobre una mesita que iluminaba el sofá. Esa era la única iluminación. No había más. Vegeta se quedó de espaldas al luchador que cerró al puerta suavemente, casi sin escucharse. El peli-flama se giró sin sacar sus manos de los bolsillos y le miró atento; preguntándole con la mirada que qué es lo que hacía él ahí y por qué quería este encuentro.

Heal Me [Kakavege Fanfic]EN HIATUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora