Vegeta's POV.
Y ahí me encontraba yo. Delante de un octógono que era cubierto por una red y columnas que le daban forma. En aquel estrecho lugar se encontraba Gokū (aún no me acostumbro a llamarle «mi novio», lo siento) de espaldas a mí, moviendo sus brazos para destensarlos y dando pequeños brincos descalzo con la intención de tranquilizarse. O para prepararse. La verdad que no podía pensar en otra cosa salvo en él.
Obviamente me preocupaba por él y demás, pero su atractivo me traía loco. Y ni hablar de su cuerpo. Dios, soy tan afortunado de que me haya hecho su pareja. «Y también de que te haya hecho suyo, no te hagas el pulcro», pensé acorde al pequeño mini yo que habitaba en mi interior. Me mordí el labio y guardé un suspiro. Un hombre se subió al octógono y aparentaba haber salido de los inframundos. Su rostro era difícil de ver, a mi parecer tenía cierto parecido con una gárgola. De lo que menos tenía que preocuparse era de su espalda encorbada, pues no tenía. ¿Recordáis a Víctor, la gárgola de El Jorobado de Notre Dame? Pues, no es por ofender al personaje, pero se le daba un aire. Tenía poco pelo, creo que lo llevaba al estilo moicano y con leves mechas en la parte superior. Llevaba tatuado en la parte pelona de la cabeza símbolos samoanos, por lo que no me resultó complejo identificar, a priori, su nacionalidad. Era moreno y su aspecto físico no es que fuera el mejor (tampoco el peor). Es básicamente como os he dicho, una gárgola con el cuerpo desmejorado de Arnold Schwarzenegger. Escuché un pequeño timbre. La pelea había empezado. Puñetazo arriba, puñetazo abajo, derechazo a la mejilla izquierda y patada directa al costado. Su contrincante estaba perplejo. Casi no podía seguirle el ritmo a Gokū. Aquél, histérico por ir perdiéndo, gritó lo más que pudo para propinarle un golpe certero a Gokū, pero fue en vano. Él era mucho más ávido y despierto.
La gárgola samoana gritaba frustrada, tratando de derribar a mi inquebrantable Gokū. Sinceramente, viendo su poca agilidad y la manera en la que respiraba, le echaba aproximadamente cuarenta y largos años. Aunque también puede ser que esté pasando por un mal momento en su vida y no tenga el mismo ímpetu ni tácticas que antaño. La verdad, no lo sé. Lo que sí sabía es que el de peiando moicano acabó exhausto en el suelo y con sus brazos abiertos, pues Gokū lo derribó en el mayor de los silencios con dos mínimos golpes; uno bajo la barbilla y otro en el costado izquierdo. Lo había dejado fuera en tan poco tiempo. Las gradas comenzaron a ovacionarle, poniéndose de pie mientras alzaban sus puños y cantaban al ritmo de sus vítores. Yo, sentado y encogido de hombros abrumado, sólo podía mirarle acercarse a su esquina a beber agua. Pude notar cómo su mirada recaía sobre mí, por lo que me puse mucho más rojo. Llamadme pesado, pero su mirada gris oscura me mata cada día más. Bebió agua y escupió en un pequeño cubo azul que le habían dado. Se quitó la protección dental y la dejó dentro del cubo para entregársela a su mánager. Vi cómo Katayude le miraba con una sonrisa en la cara, casi no movía sus ojos de encima de él. Fruncí mi ceño y permanecí en mi sitio. Claro, no es que yo quiera, es que Katayude me lo ha prohibido. Suspiré y me crucé de brazos, ahogando mis ganas de correr hacia Gokū y darle mis felicitaciones por haber ganado.
Desvié mi mirada al notar que Katayude estaba mirándome. «¿En serio le tienes tanto miedo a este tipejo?», me dije a mí mismo incrédulo. No es que le tuviese miedo, pero él tenía el control de todo. Y lo que menos quería era perjudicar a Gokū, porque ahí donde lo véis Katayude era un lobo con piel de cordero. Tenía su carácter y era el representante más leal que había tenido Gokū. Pienso que es mejor dejar las cosas como están y separar el amor del trabajo. Ya sabéis, yo soy el que más tiene las de perder.
Las personas que estaban a mi lado se volvieron a sentar pero ya no estaban atentas al octógono, sino a sus móviles. Uno de ellos actualizaba su estado en Twitter y el otro chateaba por Whatsapp. Yo siento que sobro, así que me levanto y voy en dirección contraria a por donde se ha ido Gokū y compañía. Me dirijo a la entrada y, una vez cruzo la puerta, me topo con el parking. El aire me azota y yo me resguardo del frío. Me abrocho la chaqueta y meto mis manos dentro de los bolsillos. Suspiro y miro al cielo estrellado. Saco mi móvil, el cual ha vibrado hace escasos segundos, y lo miro.
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Heal Me [Kakavege Fanfic]EN HIATUS
FanfictionSūn Gokū, un famoso boxeador ex convicto de veintisiete años regresa a Aoyama, la ciudad nipona que abandonó tras su ingreso injusto en prisión por tenencia de drogas. Ahora, y con la justicia a su favor tras su absolución, ha de cuidar de su hijo d...