Un hombre de gafas, erguido y vestido con un traje gris formal, caminaba por el iluminado pasillo de aquella gran mansión. Escoltado por dos gorilas de cabellos engominados y recogidos en una coleta baja, el hombre subió sus lentes con delicadeza para poder ver bien. Quedó delante de una ingente puerta de madera cuyos pomos eran de oro pulido. En la exquisita madera, había resaltado en oro algunos detalles. Los ojos claros del representante brillaron al abrirse las puertas, dejando ver a su jefe sentado en una silla de terciopelo, vestido como el gángster que era y fumando un cigarrillo despreocupado. Al estar a contraluz, el de gafas tenía poca visibilidad debido a la sombría noche.
Aquellos ojos cautivadores del jefe se posaron en su esbirro quien, entrando en su habitación, cerró las puertas con sus propias manos, dejando a los guardaespaldas fuera en el pasillo.
—¿Dejaste las flores donde te dije? —Preguntó aquél todavía sentado.
—Sí, mi señor. Ahora, le toca a usted hacer su trabajo.
—¿Mi trabajo? —Se levantó sin prisa de su aterciopelado asiento para darla la última calada a su cigarrillo—. ¿Cuál es mi trabajo exactamente?
—Hacer que uno de los mayores inversores de mi país firme un contrato con Sūn Gokū.
—Vaya, vaya... —Expulsó el humo por su boca y aplastó lo que quedaba del tabaco en el cenicero, extinguiéndose por completo—. No sabía que eras tú el que mandaba en estos momentos.
—No lo hago, mi señor. Sólo quiero que se cumpla con lo pactado, ya sabe lo recto que soy.
El gángster pasó su mano por la barnizada mesa de caoba sin desdibujar su curvada sonrisa. Quedó delante de ella y en el filo se apoyó, cruzando una pierna mientras que con sus manos se acomodaba. Sus ojos violeta, que a la sombra parecían oscuros, se posaron en su secuaz. El de ojos azules se quedó quieto, sin perder la rígida postura que se cargaba y sin dejar de ocultar sus manos de detrás de su espalda.
—No olvides cuál es tu posición, Katayude. Si ese maldito de Gokū está fuera de la cárcel es gracias a mí.
—Lo tengo en mente, mi señor. Pero me gustaría que no se olvidase de él, al fin y al cabo él es...
—Sí, ya sé —le detuvo—. Haré lo que me pides, pero que sea la última vez que me das órdenes, hai capito?
—Por supuesto, mi señor. Muchas gracias.
El disciplinado representante optaba por irse cuando aquél le llamó. Él se dio la vuelta sobre sus talones, esperando que no volviera a obligarle a hacer algo en favor del maricón del que se había encaprichado.
—¿Desea algo más, mi señor?
—Quiero a Vegeta conmigo —le dijo con voz ronca, casi deseosa.
—¿Y cómo pretende que haga eso? —La voz de Katayude era disgustosa.
—Apáñatelas como creas conveniente, pero hazlo. Consígueme a ese moreno y te recompensaré gratamente.
—¿Qué quiere decir con gratamente?
—Siempre has querido optar por algo más que ser un simple representante, ¿no es así? —Katayude omitió un suspiro, guardándolo en sus adentro cuando tragó saliva—. Yo puedo hacer que tu vida no sea simplemente representar a alguien... —Se irguió y, con sus manos dentro de sus bolsillos, se fue acercando al pequeño vasallo—. Puedo hacerte crecer, Katayude. Tengo los medios idóneos para ello.
El de ojos claros levantó su cabeza, estirando su cuello, para hacer un poco de contacto visual.
—Te doy una semana.
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Heal Me [Kakavege Fanfic]EN HIATUS
FanfictionSūn Gokū, un famoso boxeador ex convicto de veintisiete años regresa a Aoyama, la ciudad nipona que abandonó tras su ingreso injusto en prisión por tenencia de drogas. Ahora, y con la justicia a su favor tras su absolución, ha de cuidar de su hijo d...