Capítulo 18

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Mamá me ayudaba a cambiar el camisón de hospital por una falda y un suéter para salir de aquí.

—Con cuidado, cariño.

—Tranquila, no soy de porcelana.— terminé de acomodar mi suéter y esperé pacientemente a que me abrochara los zapatos.— Me haces sentir inútil.

—Quiero que te sientas amada, eres todo para mí.

Sorbí mi nariz. Los últimos días había llorado como magdalena, sobre todo cuando Dumbledore vino a darme la noticia de la muerte de Myrtle y la entrega del premio por Servicios Especiales a Tom. Eso sólo confirmó lo que ya sabía, para él no soy relevante y puede llevar a cabo sus planes a la perfección.

Ni siquiera esperaba que se apareciera en mi casa para llevarme con él como había prometido.

—¿Volveremos a la mansión Potter? No quiero estar ahí.

Sus amorosas manos me acariciaron las mejillas, sonrió con tristeza.

—¿Dónde te gustaría estar?

—Con los Malfoy, o con los Black, pero no con mi padre.

Madre suspiró, pero terminó por asentir conforme. Tomó el bolso con mis objetos personales y lo colgó en su hombro.

—Con los Malfoy, entonces. Hablaré con tu tío, no creo que se niegue a su sobrina favorita.

Tomé su mano cuando la estiró hacia mí. Caminamos fuera de la habitación por los extensos pasillos, cruzando miradas con alguna que otra enfermera que observaba con envidia a mi madre.

Una vez afuera respiré profundamente el aire fresco de la mañana. Había extrañado tanto la libertad.

—Vamos, mi amor. El chofer nos espera a la vuelta.

—¿Contrataste un chofer?

—Hasta que apruebes tu examen de aparición no puedo permitir que andes a pie. Aún desconocemos al responsable de tu maldición, no puedo arriesgarte de nuevo.

Abrió la puerta del lujoso auto y me deslicé en los asientos. Era imposible verle el rostro al chofer por la barrera oscura que lo separaba de nosotras. Mi madre abrió una pequeña rendija e intercambió palabras con él.

—¿Vamos a la mansión Malfoy?

—Así es, cariño.

A través de los espejos podía ver el paisaje cambiar de un Londres tan poblado por un camino verde con casas más alejadas entre sí, una más lujosa que la otra.

Salí casi disparada cuando el auto se detuvo frente a la imponente y lúgubre mansión. Me golpeé mentalmente al sentir mi corazón acelerado, como si Tom estuviera esperándome en una de las habitaciones. El tren debería estar llegando a la estación en estos momentos, pero él no es del tipo que vaya a correr para verme.

La reja se abrió en cuanto mi mano estuvo en contacto con ella. Sonreí al saber que en la mansión Malfoy siempre sería bien recibida, todo lo contrario de la mansión Potter donde sus retratos me juzgaban desde su estúpida pintura.

—Sube, cariño. El auto nos dejará en la entrada.

Regresé al auto como lo indicó mi madre, la emoción se desbordaba por mis venas. Nunca me sentiría más cómoda que con mi tío Septimus y Abraxas. El chofer retomó camino hasta las puertas de la mansión, donde mi tío ya nos esperaba con una sonrisa en sus labios.

—Que agradable visita, Dorea.

—Lamento aparecer sin avisar.

—No te preocupes. Siempre son bienvenidas en mi hogar.— ladeó su cuerpo para mostrarnos la puerta abierta.— Adelante, por favor.

CRIMINAL | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora