Capítulo XII

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𝙻𝚊𝚗𝚍𝚘 𝙽𝚘𝚛𝚛𝚒𝚜

Barcelona, España.

Las pruebas habían salido muy bien, al terminar fui a mi cuarto para cambiarme e ir a las entrevistas que tenía.
Luego fui con Léa para poder irnos. Comencé a conducir hasta la cafetería que tanto me gustaba.

— Aquí es — aparqué el coche y nos bajamos.

— Qué bonito lugar — dijo sonriendo.

— Sí, vengo siempre cuando estamos aquí — nos sentamos alejados de todos.

— Hola, ¿en qué los puedo ayudar? — pregunto la camarera sonriente.

— Queremos dos cafés con leche, un croissant y unas tostadas con mermelada — hablé tranquilo

— Muy bien, en unos minutos tendrán su orden — sonrió y se marchó.

Charlamos un poco, hasta que llego nuestra comida y le tome una foto. Seguimos hablando, me había dado cuenta de que tenía una conexión especial con la chica, nunca la había tenido con alguien más y me daba miedo.
Quiero a Léa y no quiero que la lastimen.

— ¿tienes novia? — pregunto curiosa.

— No — le sonríe — pero no tengo problema si quieres que salgamos — bromee.

— Créeme te matarán los chicos y mi padre — río y una idea paso por mi cabeza.

— Y si fingimos ser pareja, solo de broma — le propuse — pero si no quieres de broma, no tengo problema.

— Tú quieres ver el mundo arder — río y aceptó.

Esto podría ser una buena idea o una muy mala idea, pero sería divertido.
Primero decidimos subir historias de nosotros o del otro y el primero en llamar fue Max.

Llamada telefónica.

¿QUÉ CARAJOS TE PASA POR LA CABEZA?

Tranquilo amigo.

Como quieres que esté tranquilo, si sales
con la única chica del grupo idiota.

Ya enserió tranquilízate, no es
como si se acabará el mundo.

A ti se te acabará el mundo mañana en
la carrera "amigo"

¿Qué estás insinuando Max Emilian Verstappen?

Que te mataré mañana.

Fin de la llamada.

Creo que ya me arrepentí de la broma — Léa soltó una carcajada.

— Te gusta ver el mundo arder, pero no arder en él — río.

Las redes explotaron con nuestras historias.

— Pienso que se nos fue un poco de las manos, la pequeña broma — miré mi teléfono y el de Léa comenzó a sonar.

— Oh no — me miro con miedo — es papá.

IL MIO AMULETO | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora