Capítulo XIII

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𝙻𝚎́𝚊 𝚆𝚘𝚕𝚏𝚏

Barcelona, España.

Sábado 03 de junio 2023

Cuando sentí el golpe impactar contra mi mejilla,  todo parecía ir en cámara lenta, la cara de los chicos y la preocupación de Max.
Estaba aturdida, solo escuchaba a Pierre gritarle a Max. Cuando salí de mi trance le grite al francés para que se detuviera, quería hablar con Max a solas y explicarle la broma. Además ya nos estaban viendo todos y eso no era bueno para ellos.
Cuando los chicos se fueron caminamos a Red Bull donde nos cruzamos con Christian Horner director de la escuderia, quien me miro sorprendido.

— Léa, que te sucedió en la mejilla — intentó tocarla, pero Max se lo impidió.

— Fue un golpe — le sonríe.

— Chris avísame cuando sea hora de salir — Max lo miro y este asintió.

Una vez que entramos a la habitación privada de Max este miro culpable.

— Perdón no quise golpearte — él me entendió una bolsa de hielo para mi mejilla, que ya se podía ver un hematoma.

— Está bien — coloqué la bolsa en su lugar y lo mire — ¿Por qué reaccionaste de esa manera?

— No lo sé, yo... yo sólo. No tengo idea — desvió la mirada.

— Dime la verdad Max — tomé su mandíbula para que me mirará.

— Simplemente no quiero que te hagan daño... — me miro — los conozco y todos somos unos idiotas con las mujeres.

— ¿Todos? — cuestione.

— Sí Léa, todos — se alejó un poco de mí — Además no quiero que por culpa de los chicos, dejes de ser nuestra amiga. De verdad te apreciamos.

— Nunca dejaré de ser su amiga Max, lo prometo — le sonríe — ni porqué salga con alguno, ustedes son todo lo que tengo aquí y no quiero que eso cambie.

¿cumplirá su promesa?

— Tu eres la única que puede lidiar con nosotros y no se vuelve loca en el intentó — soltó una carcajada.

— ¿Estoy escuchando a Max Verstappen ser sentimental? — pregunté y río.

— Ya cállate.

— ¿Por qué dijiste que prometieron algo? — lo observé y se tensó.

— Oh, eso. No fue nada — ignoró mi pregunta.

— Dime y te diré la verdad de Lando y yo — de inmediato me miró.

— No lo menciones que me dan ganas de matarlo — reí por el comentario.

— Ya dime que prometieron — me acerqué un poco a él.

— Tienes que prometer que no le dirás a nadie — me miró y asentí — bueno con los chicos prometimos que ninguno intentaría salir conmigo, para que no nos abandonarás. Tu turno.

— Está bien, con Lando estamos haciendo una broma, nosotros no salimos, simplemente estamos bromeando — lo miré — pero tienes que fingir que no sabes de esto hasta que digamos que es broma.

— Menos mal que no sales con ese niñato — lo miré mal — ¿Qué? Es verdad.

— Max no le digas así, no es un niño.

— Para mí lo es — me observó — al igual que tu pequeña Wolff — tocó la punta de mí nariz, mientras me veía con ternura.

— ¿Por qué todos me dicen así? — hablé frustrada.

IL MIO AMULETO | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora