Capítulo XIV

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(Este capítulo contiene escenas explícitas)

𝙲𝚑𝚊𝚛𝚕𝚎𝚜 𝙻𝚎𝚌𝚕𝚎𝚛𝚌

Barcelona, España.

Después de escuchar la conversación de toto y Léa, este se fue del garaje, dejándonos sorprendidos por su actitud.
Max le susurró algo a Léa y ella nos pidió que nos fuéramos.
Todos salimos y Daniel me contó a detalle lo que paso, estaba al tanto de las historias de Léa y Lando, pero no sabía que Max intento golpear al chico.

No voy a negar que me muero de celos por el británico.

Cada uno se fue al hotel para descansar, ya que mañana sería la carrera y teníamos que dormir muy bien.

Son las tres de la madrugada y no podía dormir así que después de pensar un poco lo que iba a hacer, decidí ir a molestar a Léa, tome una camisa y salí directo al ascensor para ir a su piso.
Cuando estaba por doblar hacia la habitación de Léa, Lando salía de esta y venia caminando hacía mí, lo unico que pensé para que no me viera fue meterme al cuarto de servicio, me sentía un adolecente escondiendome de los padres de mi novia.
Estuve unos minutos esperando que Lando entrará al ascensor.

¿Qué hacía Lando a esta hora despierto?

Salí con cuidado del cuarto y me dirigí al de Léa. Toque un par de veces hasta que abrió.

— Lando te dije que no puedes dormir conmi... — se callo cuando se dio cuenta que no era quien ella pensaba.

— Creo que no soy la persona que esperabas — le sonríe y tomó mi brazo haciendo que entre a la habitación.

— Qué haces aquí, te pudieron haber visto idiota — comenzó a hablar rápido — ¿Estás loco?

— Sono pazzo di te amore mio. "𝘌𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘭𝘰𝘤𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘵𝘪 𝘮𝘪 𝘢𝘮𝘰𝘳" — intenté besarla pero me esquivó.

— ¿Qué te sucede? — se alejó bruscamente de mí.

Dejando ver el moretón, verlo me daba rabia y ganas de matar a un neerlandés.

— ¿Te duele? — toque el hematoma y se quejó un poco.

— Si idiota — la mire — ¿Por qué viniste?

— Quiero que follemos — solté de la nada y se sorprendió. Vamos no era la idea que follemos, pero no iba a perder la oportunidad, sabiendo que me estuvo ignorando.

— Tan necesitado Leclerc — se burló.

— Te necesitó a ti — tomé su cintura y la pegué a mi cuerpo.

— Sólo aceptó tu propuesta, porque ya me cansé de ignorarte.

Cuando terminó de hablar acorte la distancia con un beso, desperado por sentir nuevamente esos labios carnosos.

Me senté en un sillón de la habitación y ella se sentó encima de mí. Comencé un camino de besos hasta sus claviculas donde podía escuchar pequeños jadeos que hacían que me volviera loco. Saco mi remera y paso sus manos por mi abdomen.

— Está vez no seré suave nena — volví a besarla.

— No quiero que lo seas — comenzó a mover sus caderas contra las mías.

— Segunda vez que tienes sexo y ya tienes la boca demasiado sucia — reí ronco.

— ¿Quién dice que es la segunda? — la miré — puede que haya tenido sexo con alguien más. No eres el único Leclerc.

IL MIO AMULETO | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora