End game [Completa]

CAPÍTULO 7

AVISO: las frases/palabras subrayadas en realidad son tachadas pero Wattpad no me permite esa función.

Chase

Joder, hace demasiado calor.

Abro los ojos con esfuerzo y mi visión me avisa que no estoy en mi habitación.

Tardo un segundo exacto en sentir el cuerpo de Summer casi sin ropa sobre mí. Carajo. Mi mirada la detalla en este estado en donde sólo está respirando. Solo siendo ella. El ceño fruncido ha desaparecido, sus ojos azules no me miran con desprecio. Su respiración marca el ritmo perfecto. Su cabello de colores cae sobre la almohada que no está usando. Y su pierna derecha está sobre mí.

Estamos enredados.

Es la mujer más hermosa que vi en toda mi vida.

Me está abrazando. Abrazándome como si temiera que pudiera escaparme. Como si me quisiera.

Acaricio su espalda sin saber muy bien porqué. Tal vez por qué sé necesito tener contacto con ella. Necesito comprobar que cuando la toco, aunque solo un roce, su cuerpo reacciona a mí, erizandole la piel.

Mis dedos la acarician muy superficialmente pero eso basta para que se acomode más cerca y gima por lo bajo.

Mi boca forma una sonrisa sincera.

La abrazo y apoyo mi cabeza sobre la suya y vuelvo a cerrar los ojos, disfrutando de la tranquilidad mientras dure.

¿Hace cuanto tiempo no dormiría tan bien?

Siento un pequeño peso en la cama de repente, frunzo el ceño, abro los ojos y bajo la mirada para encontrar a la bola de pelos manteniéndose en dos patas sobre el borde de la mirándome fijamente. Cuando se percata de que tiene mi atención comienza a mover su cola eufóricamente.

Vuelvo a cerrar los ojos, ignorándolo y abrazando a Summer.

El muy cabrón me ladra para volver a tener mi atención.

Joder, hasta aquí mi tranquilidad.

Vuelvo a mirarlo fulminandolo con la mirada y me ladra otra vez. Acomodo a Summer hacia el otro lado con mucha suavidad y tomo a la bola de pelos con ambas manos, alzandolo. Me llena la cara de lamidas y ladra con felicidad.

—Cállate, joder. Vas a despertarla.

Estoy hablando con un perro, genial.

Se acomoda sobre mí con su cabecita en mi pecho. Joder, ni cabe en mi mano, es muy pequeño.

Salgo de la habitación y cierro la puerta.

Los tres simios que tengo como amigos me miran como si fuera un extraterrestre.

—¿A ustedes que carajo les pasa? ¿Por qué mi miran así como como me hubiese salido un tercer ojo o algo?

Dexter suelta una risa.

—¿Qué eres? ¿Un padre de familia? —se burla.

—Cállate, no quiero despertarla.

—¿Dormiste con ella? —preguntó Boston. Asentí—. Que raro, no escuché nada. Debiste haber hecho un muy mal trabajo.

—No nos acostamos, imbécil.

—¿Y aún así dormiste con ella? ¿Tú? —me señaló como si no se lo creyera.

—Pues sí.

—¡Es el fin del maldito mundo!

—Cállate tú también —le dije y le tendí al perro para ir a la cocina.