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Capítulo 7
La razón por la que

—Sigo enfadada contigo, ¿sabes?

Kuina me observa de reojo mientras bajan las escaleras. Ella me había citado en la azotea para otra reunión de ejecutivos que tendrá lugar en breve, y ahora se niega a dejarme solo de camino a la sala de conferencias. No le contesto como no he contestado a sus anteriores declaraciones, pero Kuina sigue sin querer pillar la indirecta y se limita a continuar con su charla.

—Claro, entiendo por qué lo has hecho. Despertarme, quiero decir. PERO hay gente que realmente se preocupa por su sueño, ¡y ni siquiera me diste una explicación adecuada!

Acelero el paso, aunque es inútil siendo la mujer alta que tengo al lado una especialista en juegos de Picas.

—No hacía falta.

Kuina resopla y se detiene justo delante de mí, impidiéndome seguir caminando. Gracias a la ventaja de la escalera, no tengo que levantar la vista para verle la cara.

—¡No hace falta! Fui a las piscinas, encontré a nuestra amiga llorando desamparada ¡y tuve que enterarme de que intentaste ahogarla! Al menos podrías haberme preparado para eso.

Dos veces equivocado, pienso con una sonrisa de satisfacción mientras pongo los ojos en blanco y paso junto a Kuina para seguir caminando. Si hubiera intentado ahogarla, mi cachorro llevaría mucho tiempo muerto. Y ella no es su amiga, como tampoco lo es Kuina.

—Tu amiga.

—¿Eh? —Kuina tarda unos segundos en procesar su respuesta, y puedo oírla correr para alcanzarme de nuevo.

—Es tu amiga, no la mía —¿Y por qué la sala de conferencias tiene que estar tan lejos de la azotea? Kuina no es una ejecutiva; la única razón por la que sigue con conmigo es porque quiere hablar mientras yo no quiere.

—¡Oh, vamos! —Un fuerte brazo me rodea el hombro y aprieta con fuerza, acompañado de una risita descarada—. Sé que te preocupas por ella. No habrías estado ahí arriba con ella si no fuera verdad.

Aunque Kuina me conoce mejor que nadie dentro de la Playa, aún no lo sabe todo sobre mi.

—Kuina, basta. Sé lo que estás tramando y es infructuoso. No malgastes tu energía en eso.

Soltando una maldición, Kuina me suelta de su agarre y simplemente sigue caminando a mi lado.

—Sinceramente, amigo, eres raro. No entiendo por qué le gustas a alguien como ella... Pero no te juzgaré, siempre y cuando me digas que tengo razón. Que la lastimaste y te arrepentiste y por eso viniste a pedirme ayuda.

—Hablas demasiado.

Parece que no soy el único que se pregunta por qué la testaruda se enamoraría de mi de entre todas las personas. Por supuesto, no sólo es obvio para mí, y puesto que Kuina pasa tiempo con ambos, también sería la primera en darse cuenta. Junto con el hecho de que la otra mujer no ha sido realmente sutil acerca de sus sentimientos al hablar con cualquiera de ellos.

—Espera... ¿no lo estarás negando?

No lo siento en absoluto, ya que no hice nada malo. Aunque es cierto que llamé a Kuina porque ella manejaría a una mujer llorando mucho mejor de lo que yo podría haberlo hecho. Y lo hice únicamente porque no quería seguir oyendo sus sollozos desde mi habitación de hotel mientras intentaba dormir.

—Yo tampoco lo confirmo.

Otro suspiro, y se echa una rasta contra el hombro cuando Kuina niega con la cabeza.

The Human Heart [Chishiya Shuntaro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora