CAPÍTULO 2: Los Descendientes de la Reina Desaparecida

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Nevaba en Henridor. Nunca antes había nevado en esa zona, no en los años que ella recordaba. Nevó cuando se inició la guerra con la isla de Astrap en la época pasa cuyo nombre no recordaba de su clase de historia, época en la que se perdieron batallones completos de ambos bandos, se destruyó la mitad de la ciudad, y se hicieron los primeros contactos con otros ejércitos. Se empezó a considerar de mala suerte la caída de los copos en la ciudad. Era una lástima. Le encantaba.

El torreón más alto del castillo Minir era el escondite de Eary cuando sucedía algo espeluznante a su alrededor. Ningún humano había pisado esa torre en años, hasta que lo encontró al cumplir seis y a partir de ese momento no se pudo despegar de él. Era acogedor, cómodo, caliente por alguna razón extraña ya que en los pisos inferiores hacia un frio espantoso. Las pinturas horriblemente hermosas acomodadas en una pared donde se veían muertes, decapitaciones y criaturas extrañas de múltiples ojos, brazos, lenguas, aparte de tentáculos con formas fálicas y bocas por toda la cara ilustradas de forma similar a una vagina ("Demonios de otros mundos, vienen al nuestro para darse placer mental y sexual mediante matanzas, saqueos y el miedo" le decía su abuelo cuando era una niña y también su profesora en clase de Historia de Tierras del Este) ya no le daban miedo, dándole un motivo de que pensar cuando estuviera cansada de ver el panorama de la ciudad. La torre estaba techada con madera acomodada con piedras, tenía una gran ventana en el fondo donde se veía más allá del mar Indómito, una línea donde las luces del día se podían ver mejor como todo un paisaje.

Le calmaba, pero no lo suficiente cuando pensaba en el hecho más extraño en toda su existencia: su madre, la reina Endrimere, desapareció de sus aposentos con tres jóvenes consejeras como testigos, quienes se voltearon en el momento preciso en el que ella se había esfumado. Ventanas cerradas, puertas igual. Indicios de que alguien más entró ahí, nulos. Un verdadero misterio alarmante. Su hermano, Erio no se sorprendió en lo más mínimo al ser informado. Puso una cara muy típica suya denotando su escasa importancia al caso. A Eary le puso nerviosa este comportamiento pero se olvidó de ello cuando recordó que su hermano no presentaba ni el menor interés en cosas que no fueran historietas de superhéroes flojas, o música lenta con ritmo y letra repetitiva y vergonzosa. La cámara real si se alarmó al instante y dio órdenes específicas de que cierren las puertas del castillo, no dejen salir a nadie, y que encarcelen a las cuidadoras con pena de muerte asegurada (Orden original de Erio).

A las horas de haberse originado el caos, Eary logro escapar silenciosamente de las manos de su instructor, Driger, para tomar el atajo más rápido a la torre alta en una carrera que ni el la hubiera alcanzado de haberla seguido. Cuando llegó, el cielo estaba con nubes espesas y dejando caer esa masa blanca y hermosa. Según la leyenda, Dama Lazarte recibió un copo de nieve de la primera nevada en Valer, que duro 150 noches y el cielo estaba nublado gris, hacia los inicios de la Época Verde, según recuerda, pero estaba segura que fue hace 1956 años (Matemáticas: Aprendidas). El copo de nieve era de una niña ciega con nombre nunca más fue usado para preservar su memoria, no llevaba un regalo hecho de forma manual por su ceguera así que le regalo lo primero que sus manos sintieron al caer los primeros copos. Una hermosa historia relatada en todo el Imperio de Garnos y más allá del rio Frugeto como un cuento de cuna. Le hacía llorar cuando se la contaban, a pesar de que ya no la recordaba como antes. Quería ver un cielo despejado y una luz azul nocturna enorme para alegrarla, pero la nieve también servía. El alboroto era demasiado en las calles como para no darles un vistazo de vez en cuando. Interrumpían su silencio cuando trataba de calmarse.

"La noticia se expandirá como la gripe negra en Emeton" Si, no olvido sus leyendas infantiles. El cuerno que anuncia la llegada de la tarde sonó. Para ella le indicaba el momento de bajar las escaleras de mármol para regresar a sus aposentos fingiendo que nunca estuvo en ese lugar. Abrió la puerta y descendió uno a uno los escalones hasta la mitad de la torre deteniéndose en el descanso del medio frente a un tapiz de Irrer el Mastodonte rompiendo los cráneos de unas gárgolas. Retirando el tapiz la puerta secreta por donde entraba siempre se mantenía como una entrada secreta sin llave existente. Detrás un pasadizo oscuro lleno de repisas con armas de fuego antiguas colgadas y libros antiguos y polvorientos. Esta ultimo le fascinó de este espacio del castillo, los libros le provocaban resfriados cuando los leía por la cantidad de polvo que acumulaban, pero eran muy buenos en información antigua. Contenían leyendas, mitos y orígenes de dichos o eventos que ya se catalogaban como olvidados o censurados en los libros de historia actuales. Tras leer cada uno de ellos podía tener más de un tema de conversación en las reuniones para cenar. Su madre estaba feliz por ello al verla charlar tanto. Puede que nunca vuelva a ver su sonrisa.

Baile de Condenados (Relámpagos del Este-Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora