Sus planes de retiro se fueron por el caño tras los eventos ocurridos en tan solo una hora tras escuchar de un guardia la noticia del ataque a una calle del sector pobre de Meliral. Aunque comprendía que escucharlo solo lo alertó, el solo hecho de que ocurriese le arruinó todo en un principio.
Se cerraron las puertas de la fiesta por órdenes de seguridad traídas de la estación más cercana, en la calle Treanguis. Anunciaron un incendio cerca de la calle Farrouq y la protección a todos los invitados a la fiesta. Asimismo, las ordenes fueron cumplidas por los oficiales apenas cerraron las puertas del castillo Meliral ante la confusión de ciertos invitados que lo notaron y del mismo Jair, quien se encontraba nervioso y ansioso.
Él pensó que todo Anquastril se había vuelto loco de repente o que sus ordenes ya no valían. La fiesta continuó sin problemas, muy pocos recordaron las puertas cerradas. Hasta los periodistas lo pasaron por alto, detalle que él se alegraba de que haya sido así, por lo que no tendría que responderles múltiples preguntas de las cuales él no tenía respuesta. Corrió en dirección a un oficial que él había visto un par de veces en servició, se encontraba en una columna recostado viendo a una familia bailar a su lado. La orquesta sonaba "Los tiempos vuelan". Al ritmo del vals lento Jair avanzo hacia él.
-¿Qué paso aquí, oficial?
El policía lo miro, extrañado.
-Ordenes de la estación de Treanguis.
-¿Basado en qué?
-Un incendio en la calle Farrouq. Parece grave. Están preparando tres camiones para investigar.
-¿Quién vigila la entrada?
-Hay un grupo afuera y otro dentro.
Miró la salida, luego la pista. Bajó la mirada pensando en qué ordenar. Se decidió y levantó a verlo.
-Si pasa a mayores o si se sale de control pasando a otras calles que escolten a todos los invitados de regreso al Hotel Real.
Este puto pueblo se estaba cayendo a pedazos.
Regresó a su asiento de la mesa de invitados. ¿Un incendio? ¿En el sector pobre? ¿En estos tiempos de fiesta? De seguro es un descuido o se están rebelando. Recordó como esos pobladores se quejaron porque el dinero de la ciudad iba a una fiesta en lugar de remodelar ese sector de la ciudad. Era una queja inútil ya que ese ese sector era un terreno destinado a construir un parque enorme con salida al bosque para una escuela, los planes tomaron otro rumbo cuando nuevos habitantes de la ciudad se asentaron ahí, luego aumentaron hasta que se formó una calle ilegal que luego se hizo legal teniendo hasta nombre. Ellos crearon esa calle a la fuerza quitándole terreno a un plan educativo, que ellos la arreglen y que dejen de hacerse las victimas martirizadas.
Maldita sea, no se podía retirar así del servicio de policía. Se limpió el rostro sudoroso con una servilleta mientras mas pensaba en las causas de la destrucción del pueblo. Nada interesante había ocurrido en esta ciudad salvo el evento del festival y el baile. El incendio lo hacía cambiar todo. Una sola orden podía cambiarlo todo. Cancelaba el baile, enviaba a todos los invitados a sus habitaciones o lo continuaba todo como si no hubiera peligro.
Treanguis tenía una estación bien equipada para poder hacer correr las noticias conforme hubiera detalles sobre lo que ocurra en las siguientes horas.
Un niño jugaba con un coche de bomberos de juguete en la otra mesa. Era el hijo menor de los Huerta, la familia propietaria de la granja mas grande de todo Tierras del Este. Una chica trataba de leer una novela en la mesa de al frente. La reconoció como Eary, la hija de la reina Edrimere. ¿O era princesa? Lo había olvidado.
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Baile de Condenados (Relámpagos del Este-Libro 1)
FantasyUna serie de atentados en la ciudad forestal de Meliral hace que su festival de aniversario sea arruinado y de pie a un estado de emergencia. Kikuko, una espía que trabaja en el nombre de la Ministra de Gobierno de Tierras del Este que está de vacac...