CAPÍTULO 10: Lo que Ocurrió Después del Baile

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El cielo negro de la noche se ilumino en el horizonte, se elevaba una torre de humo sobre de una luz naranja, bajo esa serpiente humeante unos gritos desgarradores provenientes de pesadillas de las profundidades del inframundo que viejas religiones narraban en sus textos sagrados se escuchaban. Parecía provenir de una calle distante, muy distante. Por la ventana distinguía aquel espectáculo de luces naranjas como si estuviera a punto de perderse por el horizonte; sin embargo, los gritos los escuchaba como si proviniesen de la calle más cercana. Lo comparó con un matadero donde se dedicaban a mutilar carne e individuos. Enzo se quedó boquiabierto al lado de Avery, quien, delante suyo, tenía una mejor vista. Mayte peleó por tomar el espacio más cómodo dejando a Enzo fuera de la ventana, lo que a él no le importó.

-¿Qué demonios está sucediendo? -murmuró Enzo esperando no recibir respuesta. Mayte también dijo en voz alta su pensamiento pasando por alto que dijo. Los gritos empezaron a la brevedad de haberse hecho la luz, fue él que le dio la razón a Avery cuando ella lo notificó. "¿Era todo esto normal? ¿No se supone que este es el lugar más tranquilo del continente?" se preguntó.

-Esos gritos no son de habitantes sufriendo. Son de celebración. -Mayte apuntó. Enzo no opinó lo mismo, el escuchaba individuos sufriendo implorando que los maten ya. -Y no es de la Fiesta.

Enzo se apartó primero de la ventana al notar un breve temblor en su estómago. Mayte soltó su brazo para apoyarlo en el marco de madera. Recordó un sueño de su infancia donde veía ese resplandor lejano. Lo siguiente que recordaba era una luz blanca cegadora en medio de un pasillo y una silueta desconocida. Solo era una pesadilla, su terror infantil era hacia las luces fuertes, por algún motivo ya olvidado. Al llegar al sofá para incorporarse de lo que era el inicio de unas nauseas fuertes notó que no era el único sentado en ese cuadrado de muebles. Kikuko estaba a su lado con una esfera plateada en las manos, una pelota con una base cónica de color negro reluciente, de esta pelota emanaban luces mientras ella la movía con la yema de sus dedos rápidos y agiles. No se acercó a la ventana como las demás, en ese lapso de tiempo sacó la esfera extraña para hacer lo que sea que hacía con ella.

-¿Te encuentras bien? -Enzo se acercó a ella, preocupado, ignorando el extraño artefacto que tenía en sus manos fijándose en su seriedad. Kikuko no le prestó atención sabiendo que la miraba. Enzo puso su interés en la esfera pero ella giró con su dedo la capa de luces, apagándola. En ese lapso de tiempo vio una foto de una calle concurrida parpadeando mucho porque le pareció que se movía. No comprobó si sus ojos lo engañaban, ahora solo era como una piedra gris esférica que se mantenía con un equilibrio mágico sobre una base junto a un papel con una dirección escrita que apuntó. Se puso de pie y caminó directo al escritorio de Mayte.

Kikuko tomo su maletín negro del fondo de la habitación donde lo dejó, lo abrió, y se puso a escarbar en él. Lleno y sin fondo, el maletín se arrugaba a medida que más insistía en lo que buscaba. No entendía que estaba sucediendo o que mosco la picó a ella para reaccionar así. Escuchó de los chicos de su escuela que casi todas las Valerienses eran difíciles de comprender pero era el típico comentario estereotípico de la época adolescente, se le vino a la mente ese recuerdo cuya atención al contexto nunca le prestó. Ante la situación parecía encontrarle sentido. Como si se hubiera quedado dormido durante la mitad de una obra teatral y al despertar en el cuarto acto la historia había tomado otro camino y él hubiera perdido el hilo de la trama, viendo que todos se comportaban de forma fuera de lo normal. No sabía si levantarse a ayudar o si decir algo fuera de lugar, intervenir, ayudar, lo que sea. No conocía lo suficiente a los individuos que lo rodeaban, no sabía si esto era algo rutinario. Recién entró al grupo, este era de seguro uno de los secretos que mencionaron. Por la expresión de cada una se podía decir que normal no era el asunto. Se sintió el ser más inútil de Anquastril y del grupo del que apenas se unió.

Baile de Condenados (Relámpagos del Este-Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora