CAPÍTULO 12: Jugando con Fuego contra el Fuego

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Se encontraba en la copa de un árbol sentada cuando la fiesta recién había iniciado, en algún lado del bosque de Grendor a las afueras de Meliral. Ella sola, sumida en sus pensamientos, sin hacer nada en particular. A veces llevaba una lámpara y un libro pero ahora no tenía nada de motivación. Realizaba este "ritual" cada nueve días en honor los feriados de la ciudad de Gerol para recordar su niñez. El mismo árbol y la rama en la copa del árbol en el claro que usó por más de cien años para aislarse de la sociedad. Ahí ella observaba el cielo nocturno de color azul oscuro, ya sea con una rama diminuta en la boca o silbando una canción ya olvidada de su niñez. Según le dijo a sus amigas tenía que ver con su "Anomalía" pero no, era solo una noche de relajación lejos de todo. Solo quería que no la siguieran o la fastidiaran

Cuando el hechicero del pueblo le ofreció la sangre del demonio que habita bajo la ciudad creyó que los efectos serian extremos como otro comportamiento, una segunda personalidad, o pérdida de control, pero nada de lo mencionado sucedió. Solo le dieron poderes que algún escritor de historietas imaginaría a la hora de hacer un superhéroe común. Le está agradecida por haberla elegido para tal honor más le daba lastima no tener que volver a verlo luego de que haya escapado de Gerol. No sabía si seguía vivo o no a diferencia de su familia. De ser un brujo hubiese vivido más años que ella, igual que la Ministra de Gobierno. Ahora ella seguiría sus pasos

El viento sopló en su rostro suavemente, como si la acariciara. Recordaba de forma vaga las caricias de su madre cuando era solo una niña. Solo a su madre, a sus hermanas no las recordaba. Tampoco a su padre. Fue el recuerdo de su madre lo que la hizo seguir con vida para vengarse de los malditos guardias del castillo de Gerol y de continuar su camino al Bosque de Grendor y a Meliral para encontrar la tranquilidad que tanto ansiaba desviándose de vez en cuando.

Fue en esa ciudad donde conoció a sus mejores amigas luego de varios años. Primero a Mayte en lo que es, quizás, el momento más triste en su vida, luego a Avery como pago de un favor y a Karly al final. Se volvieron muy unidas, como un club. Múltiples veces, en su inseguridad, trató de huir de la ciudad, pero fueron ellas quienes la hicieron quedarse sin que lo supieran. Mayte se volvió su amiga más cercana y la que más confiaba, Avery en su amiga de bromas y fiestas eventuales, y Karly... Ya había olvidado como era sentirse con ella. Un defecto inexplicable que ella poseía. Olvidaba por completo a los individuos que ella había conocido y fallecieron. Como si no le importaran a pesar de que no era ese el caso. Bastante extraño y difícil de explicar.

Una brisa de viento sopló haciendo volar sus cabellos negros al lado contrario de la ciudad. No estaba muy alto, pero veía las copas de los otros árboles del bosque cubriendo todo hasta el horizonte por donde viera, a excepción de las luces de los faroles del centro de Meliral que sobresalían si miraba a la derecha, como un destello lejano. La rama que en este instante crujía en su trasero estaba en una altura suficiente para sentir el fresco del viento y no sentir más que los sonidos que traía, era lo único que quería. Aún así no podía evitar distinguir la majestuosidad esa gran y hermosa ciudad del bosque amurallada que casi todos los habitantes de Tierras del Este subvaloran desde esa posición. Detrás del castillo de Meliral, a unas cuadras más allá se imponía la antena de radio de la ciudad sobre la central del periódico de la ciudad. Podía ver la cúpula de lo que era el Hipódromo de la ciudad. Las luces de las cabañas le daban una grata sensación pacífica. Su ampliada visión le hizo notarlo, poniendo a prueba una habilidad que no tenía idea de que tenía.

Cerró los ojos cuando una nueva brisa de aire le acarició el rostro, los brazos, y su cabello largo. Se acomodó en su rama cruzando los brazos en su nuca apoyando la cabeza en sus manos. Le gustaba estar en compañía de sus amigas pero a veces prefería estar sola. Sola. Y no en su cabaña. Sino en la intemperie. Un deseo difícil de complacer en otra ciudad.

Baile de Condenados (Relámpagos del Este-Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora