Han pasado diez días desde el encuentro con Eary. Los ataques han incrementado considerablemente. Ahora la electricidad del pueblo se iba de vez en cuando en varias calles por las explosiones en las centrales eléctricas. A pesar que el generador de energía principal de la ciudad seguía en marcha la toma de electricidad de algunas calles seguían al descubierto y las explosiones provocadas por las bombas (que se han reportado ser bombas caseras o bombas improvisadas con productos simples pero mortales por los periodistas que investigan el caso) puestas bajo los carruajes estacionados en las afueras de las cabañas cerca de dichas tomas dejaban un sector del pueblo sin luz eléctrica e incendios en calles.
La ciudad parecía entrar en prosperidad en la mañana mientras que a media tarde y noche pasaba drásticamente a un estado de depresión. Las ruinas de lo que fue el Hotel Real han estado clausuradas desde entonces mientras que las tiendas del centro de Meliral han seguido funcionando cambiando de horarios y dejando a un cuidador nocturno en cada tienda encerrado toda la noche.
Las investigaciones policiales se detuvieron misteriosamente a medida que los días pasaron y se reflejaban en los periódicos con la baja información que ofrecían sobre el tema. Lo más sonado era la culpa que tenían los indígenas del bosque de los ataques. Las investigaciones de Kikuko se exponían cada vez más en la cabaña de Mayte todos los días y resultaban ser cada vez menos esperanzadoras en la conclusión; sin embargo, habían días en los que nada resaltante salía y los descubrimientos eran nulos. Mientras tanto, la vida cotidiana de Meliral cambió a medida que se acomodaban a las nuevas reglas del pueblo. Las señoras iban al mercado central del pueblo, con la diferencia que los precios han subido; los bancos se llenaban de ancianos como antes con la diferencia que la moneda, Emera del Norte, se estaba devaluando, y los niños jugaban en las calles con sumo cuidado de ver a alguien sospechoso en las calles. Los robos en las esquinas se detuvieron por suerte, aun así se mantuvo alerta la policía de las esquinas.
Enzo, con la coartada de ser un turista atrapado en la ciudad, aprovechaba para tomar fotos de las calles de la ciudad. Unas veces guiado por Kikuko, pero la mayoría de veces por Alondra llegando a conocerlo de un modo más profundo, terminando la desconfianza. La mayoría de las veces se sentaban en el tejado de la cabaña de Mayte a vigilarlo todo con la Grisfera, que empezaron a aprender de su uso con la improvisación. Manejaban las cámaras en el alumbrado público de las calles pero se escapaba algo siempre, las criaturas sabían usar el camuflaje en varios puntos de las calles. Lo que más vieron y notaron es el incremento de violencia entre familias por la cantidad de peleas que veían en siluetas en las ventanas o hasta en las calles.
-Hubo otra botella rota. -Enzo notifico a Alondra cuando la escucho subiendo la escalera de su tejado.
-Solo espero que no la apuñale tan pronto. -Caminó sin tratar de tropezar entre las tejas empinadas. Enzo levantó la espalda para sentarse.- Odio a esa vecina.
Tras revisar la calle del distrito financiero de Meliral quedaron en hacer vigilancia esa noche. Avisaron a Mayte y a Kikuko que nadie los vio. Alondra subió al tejado de su cabaña una taza de manzanilla cuando Enzo sacó la cámara luego de que haya emitido un campanazo de toque de queda. Las fotos tomadas empezaron a salir. Ambos las analizaron más a fondo con un ojo de fotógrafo. "Mmmh. Esta se ve bien", decía ella a veces. "¿Qué te parece esta?", preguntaba el para escuchar sus razones. Alondra podía reconocer las razas de individuos por su vista, fácil reconocería a un neclimin en fotografías. Otro grito se escuchó en la cabaña de al frente. Alondra y Enzo levantaron la mirada a la ventana cuya luz amarilla se dejaba ver. Un manotazo ahora.
-¡Vaya, que feo! -Murmuró Alondra.
Era la quinta calle que revisaban por ese distrito. Si encontraban a un Neclimin ahí, ya sea presente o en fotografía, puede que encuentren un punto de encuentro o un nuevo blanco de asalto para que Kikuko acuda para investigar. No encontraron nada sospechoso en estas. Se echaron a mirar el cielo iluminado por las luces de la noche. No tenía idea sobre que pensaba Enzo en general, Alondra no sospechó nada malo de él. Le había caído bien de pronto, aunque supiera que ocultaba cosas, como si ella no lo hiciera. Escuchó patrullas desde lejos. Enzo se incorporó. Alondra solo levantó la mano y de su muñeca una luz blanca similar a la del callejón de la primera noche de la explosión. La bola de luz voló por los cielos de la ciudad y cayó en una calle lejana. Era la señal para Kikuko.
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Baile de Condenados (Relámpagos del Este-Libro 1)
FantasyUna serie de atentados en la ciudad forestal de Meliral hace que su festival de aniversario sea arruinado y de pie a un estado de emergencia. Kikuko, una espía que trabaja en el nombre de la Ministra de Gobierno de Tierras del Este que está de vacac...