El carruaje se detuvo en medio de la calle Transfer, cuyo camino de tierra se llenaba de barro en plena lluvia, frente a una cabaña gigantesca que abarcaba un gran tramo de la manzana muy grande para ser una cabaña propia pero no lo suficiente para ser hotel. Pasó por múltiples hoteles antes de llegar, muchos recomendados por el cochero más ninguno le importaba, además queo no tenían vacantes disponibles. Supuso que era por la cantidad de individuos que llegaban a la ciudad por turismo o para catalogar todo lo referente por el Festival de Meliral. Su conductor se mostró muy emocionado por llevar la última carrera bajo la lluvia, luego puso mala cara al escuchar la dirección, más tarde preguntón con respecto al por qué iba ahí, y para finalizar, extrañado cuando respondió que necesitaba donde pasar la noche. Eso desató el turismo no deseado por la ciudad mostrando los diversos hoteles de la ciudad, y bajo la lluvia no era una buena idea para Enzo, que no le sentaba bien la humedad. Al tratar de desviar el tema del cochero sobre posible hospedaje se enteró que llovía desde hacía cuatro días. Un fenómeno bastante extraño en esta época del año. En especial por el lado Norte de Tierras del Este.
El carruaje de aquel fastidioso individuo se puso en marcha apenas sacó sus maletas de la cabina, aunque podría catalogarse que las aventó apenas se estacionó en el bar. Se notaba que no quería saber nada de él luego de hacerlo pasearse por media ciudad, como si fuera su culpa que los caballos estuvieran cansados. O que en la ciudad aún usen caballos cuando en otras ciudades ya se apostaban por los autos a motor. Tampoco podía pedir mucho, lo tomó en una pequeña aldea no registrada en las orillas del mar de Aroman y solo pago cinco Kirt para un viaje de cinco días a carroza dentro del Bosque de Grendor calculados desde Ñiaromilla entre los caminos enredados. Enzo lo despidió con un movimiento de cabeza desde su posición esperando no volver a verlo nunca. Era un Bar, y todos los bares de los pueblos del Bosque de Grendor eran también posadas, así que no necesitaría más de su información innecesaria. Enzo se quedó solo. No solo, pero en ese momento lo estaba ante la vista de todos.
Vestía un cortaviento rojo para protegerse de la lluvia. Lluvia. Era lo que necesitaba para tener confianza en un sitio. Siempre soñó en vivir en una cabaña con vista al bosque, lloviendo, leyendo, cada vez que terminara un capítulo viera por unos minutos las gotas caer en las afueras y escuchar mientras cerraba los ojos. Sin embargo, para alcanzar esa visión tendría que conseguir una cabaña, amueblarla a su gusto, y terminar que pagar impuestos. Para ello tendrían que pasar varios meses, sino años. Recién llegado a Meliral, la ciudad más tranquila de todo Tierras del Este, esperaba que este lugar cumpliera sus expectativas de tranquilidad para vivir alejado de todo lo que dejó atrás en su antigua ciudad. Un buen presentimiento se manifestó en su pecho al pensar en esto.
Cuando entro a la posada una luz amarilla y el sonido de un programa radial de concursos lo abrumaron. No solo las paredes eran de madera, sino las mesas, adornos, barriles, la barra, repisas... Todo el ambiente eran simples tonalidades de marrón para cualquiera que tuviera problemas oculares, y la luz amarillenta no ayudaba, pero incitaba a los clientes a quedarse y pensar en cerveza amarillenta. Duendes, Humanos, y uno que otro Gnomo bebiendo cerveza importada del Oeste ignoraban el programa radial cantando canciones de las que se escuchan en la radia o conversando sobre las nuevas armas construidas por las hadas. "Un falso pacifismo entre ciudades" se le llamaba "Cada ciudad mantenía buenas relaciones con otra pero en secreto se estaban armando para una guerra o una amenaza". El hedor a licor y a cigarro inundo sus pulmones, además de la luz esto fue lo segundo que casi lo tumba al suelo. El calor de ese aroma era cálido a diferencia del exterior empero muy desagradable. Nadie le prestó atención al entrar como se lo propuso sin esfuerzo, ya estaba acostumbrado desde secundaria a hacerlo. Un individuo rugió al ser ganado en un juego de fuerzas cerca suyo, haciéndolo retroceder del sobresalto. Se dirigió con paso lento a una mesa vacía con dos sillas, detrás de tres ebrios que descifraban la letra de una canción conocida de un grupo de chicas llamadas Bastrinc. Sintió la fría madera apretar su posadera. Fría pero limpia. Durante su estado de nómade se había sentado en sillas pegajosas o sucias cuyo mantenimiento no se le había dado en diversos bares. Se preguntó varias veces si los bares de mala muerte fueron pensados para ser uno desde un principio o si se convertían en uno, pero no en ese momento porque, a pesar del hedor, este era agradable.
ESTÁS LEYENDO
Baile de Condenados (Relámpagos del Este-Libro 1)
FantasyUna serie de atentados en la ciudad forestal de Meliral hace que su festival de aniversario sea arruinado y de pie a un estado de emergencia. Kikuko, una espía que trabaja en el nombre de la Ministra de Gobierno de Tierras del Este que está de vacac...