Capítulo 8

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Conner

Trece años más tarde

El sol se había asomado por el Este de las cordilleras montañosas, del el territorio de la manada, a kilómetros de distancia.

Hoy es el día de una de las reuniones concejales de alfas de cada año. Y este año le tocaba a mi manada recibir a los otros alfas.

Tres años después de volverme oficialmente el alfa de Nación. Logré entablar una buena relación con las demás manadas nuevamente, y cada año nos reuníamos para tratar de ayudarnos mutuamente.

Con un tono de voz bastante molesto e irritante, mi hijo se quejó — ¿Por qué no puedo ir contigo?

— Porque no. — Contesté en un tono bastante gélido, que congeló el ambiente.

— Eso no es una respuesta. Es una orden. — Se quejó.

— Para mi tiene el mismo significado.

— ¿Pero por qué no puedo acompañarte a esa reunión de alfas papá? — El sol le encandilaba un poco los ojos y al voltearse a verme hacia arriba tenía el entrecejo fruncido. — Yo también soy uno.

— Aún eres muy joven Magnus, disfruta tu infancia. Cuando crezcas tendrás tiempo suficiente para encargarte de estas cosas y creeme cuando te digo que a veces la responsabilidad será una tortura.

— Pero aún así... — Interrumpí a mi hijo antes de que se siguiera quejando.

— Aún así. — Dije firme. — Disfruta tu edad, a medida que más creces las responsabilidades y el deber aumentan. Y una vez que creces no podrás regresar el tiempo atrás.

Gracias al secor de mi frase, no hubo más conversación hasta que llegamos a una casa bastante alejada de Valit. Valit era el nombre lo que sería el centro de la manada, la ciudad.

Enfrente de la casa, sobre unas rocas, estaban sentados, Mio y Matt. Ellos afilaban unas dagas, eran dos. Y un arco estaba al lado de la jóven, con algunas flechas.

Las criaturas que no pueden hacerle frente a los fuertes, con sus propias habilidades, deben encontrar la manera de poder defenderse.
Eso incluía a los ejércitos, aunque eran lobos fuertes y de grandes habilidades, en algunas situaciones era necesario el uso de armas, armas blancas. Las armas de fuego solo pertenecían al mundo humano.

— Matt — Lo llamé, y el antes mencionado, giró levemente su mandíbula con el ceño fruncido — Necesito que Magnus se quede un rato con ustedes.

El silencio de parte de Matt, fue respondido por un movimiento de cabeza, propio de Mio. Un "Sí" — Ahí tienes tu respuesta — Y él un tanto seco, volvió a concentrarse en la daga.

Miré a Magnus. Su rostro estaba relajado y posé mi mano sobre la cabeza de él, para desordenarle un poco el cabello — Vendré a buscarte cuando la reunión acabe. No hagas un alboroto.

Asintió con la cabeza y de mala gana contestó arrastrando las palabras — Sí... Señor.

— Cuidenlo bien, es muy revoltoso — Anuncié antes de irme.

Narrador omnisciente

— Hola tía Mío — El pequeño alfa la saludo con cariño. Mio le hizo un gesto con la mano para que Magnus fuera junto a ellos. Sin embargo la relación con su tío Matt era más tosca — Tío — Lo saludo con un gesto agachando levemente la cabeza.

De pronto, por encima de las grandes murallas que protegían el territorio, se encendieron los fogones, uno por uno, en cada una de las torres. Indicando la llegada de extraños. Otros alfas, acompañados de sus lobos más confiables.

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