Capítulo 30

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Narrador omnisciente

Luego de liberar a Björn, Conner y Daryl, prosiguieron a darles un poco de la infusión de la camolifa.

Posteriormente Daryl envolvió a Austria con una capa para no solo cubrir su desnudes, sino que también tapar sus heridas.

A Björn también le dieron una capa, antes de salir de ese húmedo cuarto.

Los cuatro trataron de escabullirse entre los enemigos, pero a Austria le costaba mucho caminar o mantenerse de pie.

Daryl no podía cargarla aunque quisiera. Eso resaltaría demasiado, y la atención era lo menos que querían llamar.

Él ayudaba a su esposa recargando el brazo de ella sobre sus anchos hombros, y su gruesa mano abrazaba la cintura de su esposa.

— Deberíamos separarnos — Los tres lo voltearon a ver, y Conner miró fijamente a Daryl para decirle — Ya no somos nosotros dos hermano. Cuatro encapuchados juntos sería demasiado raro, tú ve con tu esposa y salgan de aquí por su cuenta. — Miró seriamente a su hermano— Yo iré en busca de mi Reina, no se preocupen por mi.

Daryl quien miraba muy seriamente a su hermano asintió con la cabeza y se llevó a su esposa.

Caminaron entré la multitud una vez que salieron al exterior.

Todo parecía ir bien para la pareja, hasta que ese peculiar olor, llegó a las fosas nasales de ambos.

Austria arañó con fuerza la ropa de su esposo, cerrando así el puño con pavor. Daryl al percaptarse de lo que estaba pasando, se llenó de ira. Era el mismo desagradable olor impregnado en su esposa.

Aunque quiera matarlo por el daño que le hizo a su esposa, ahora no era el momento. Lo principal para Daryl era sacar a su amor de allí. No debía hacer ningún escándalo y reprimiria su sed de venganza hasta que su amada esposa estuviera segura en su casa.

Björn también se vio obligado a reprimir su sentimiento asesinos y de venganza.

Debido a la infusión de la camolifa, Gabel no podía sentir el aroma de Austria.

Una vez que lograron salir. Esperaron un buen rato lejos en las afueras de ese territorio a qué apareciera Conner y su Reina... Pero nada. Ellos no llegaban.

Daryl tomó con su cálida mano y muy suavemente el preocupado rostro de Austria. — Seguramente ellos aparecerán más tarde. Vamos a casa mi amor.

— No Daryl... — Negó ella angustiada y se levantó de la roca en la cual estaba sentada mientras esperaban — No podemos irnos sin ellos. ¿Y sí los descubrieron? ¿Y si los están torturando justamente ahora?

— Aunque sea así. — la tomó de los hombros — No podemos hacer nada. — Su mano izquierda se poso sobre la mellija de su esposa y la miró con un gran cariño y una profunda tristeza — Ahora amor mío, debemos volver a casa y curar tus heridas. Si ellos no regresan para el anochecer, yo me encargaré de rescatarlos, pero primero debo ponerte a salvo.

— Daryl tiene razón Austria — Habló su hermano — Primero debemos regresar a Nación y tratar tus heridas.

Austria asintió.

Daryl se cargó en la espalda el cuerpo de su esposa y comenzaron a correr en dirección a Nación.

Una vez que llegaron les abrieron las puertas. Pero la pregunta no faltó.

— ¿Y el alfa? — Preguntó un guardia.

— Cuando encontré a mi esposa, él dijo que nos separemos y salgamos mientras él buscaba a la suya. Ahora dejame pasar — Daryl solo quería llevar a su esposa a su casa lo más pronto posible. Luego se preocuparía por el resto. Pero un joven se interpuso en su camino.

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