Capitulo 33

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Conner

Había perdido mi conciencia y también el control de mi cuerpo. Todas mis acciones eran consecuencia del estímulo de mi Rut. Solo podía sentir como mi parte baja se movía. A la vez no podía ver nada, todo a mi alrededor era negro. La parte de mi conciencia estaba perdida en la oscuridad.

Al no poder tener control de mi cuerpo, la rabia se apoderó de mi. CRACK, CRACK, escuché como algo se rompía por la presión de mi mano. Era blando pero tenía como algo duro dentro, creo que rompí dos brazos. Un quejido de mujer retumbó cerca de mi odio.

De pronto dentro de mi pecho algo se estrujó. Ese dolor hizo que se desfiguraran las facciones de mi rostro. A lo lejos escuché muy por debajo los gritos de sufrimiento de una mujer. Su voz sonaba como eco en mi mente, retumbaba con fuerza y el dolor en mi pecho aumentaba al escucharla. Era mi Reina. A la fuerza sin todavía controlar el movimiento de la parte baja de mi cuerpo me obligué a despertar de la oscuridad. Miré a los costados siguiendo el grito de mi Reina. No me importó soltar a la mujer que tenía encima y dejarla caer con todo el peso al suelo. Sin voltearme a verla me dirigí a la salida, no me importó que ella gritara mi nombre, no significaba nada para mí y mi Reina estaba en peligro, mi preciada Reina.

Abroché mi pantalón y salí de la prisión a una gran velocidad, mientras corría persiguiendo el olor de mi esposa. A medida que me acercaba a su olor me fui transformando en bestia mientras corría por ella.

La desesperación desbordaba por mi cuerpo, mi respiración era cada vez más agitada y mi corazón palpitaba como si fuera a explotar.

Al momento en que llegué a su celda la locura de la rabia me gobernó. Arrojé cada cuerpo que se me pusiera enfrente, arranqué con mis dientes y garras cualquier extremidad que pudiera. Mordí y rasgué el cuello de uno para arrancarle la cabeza. Intentaron pelear conmigo, pero debido a la adrenalina que había ganado por la rabia, sus ataques no me dolían ni podía sentirlo en lo más mínimo.

Había uno en especial que tenía un fuerte aroma a mi esposa. Sentí como las pupilas de mis ojos se tornaban negras nuevamente. Me lancé sobre él como una bestia, arrastré mis garras por todo su rostros. Sujeté ambos de sus brazos y con mis pies pisé su pecho, hasta desmembrar de su cuerpo sus brazos. Una vez que lo dejé sin sus brazos, le arranqué su miembro con mis garras, y se los metí en la boca cuando soltó un fuerte quejido de dolor. Perforé su estómago con mi puño y lo elevé en el aire; lo arrojé contra la pared. Tomé sus piernas y lo arrastré, hasta que sujeté su pierna izquierda, revoleé su cuerpo de un lado a otro en el aire, estampandolo contra el piso una y otra y otra vez hasta que de una fuerte embestida lo dejé clavado en el suelo. Allí golpeé y aplasté su cráneo con ambas de mis manos como si fueran un gran maso.

Completamente furioso y con ganas de seguir con una gran matanza, me volteé hacia donde estaba mi reina.

Destrocé las cadenas que la mantenían presa y sujeté su cuerpo mal herido a la vez que me iba destransformando.

Me detuve a observar el daño que le habían ocasionado mientras acariciaba su rostro.

Sus heridas no estaban sanando por completo, tenía muchos golpes y marcas de rasguños por todo su cuerpo y perdía mucha sangre desde su parte íntima. Mis ojos cristalizaron perdiendo pequeñas gotas de lágrimas y mi voz se desgarró con un profundo dolor al ver el estado en el que se encontraba mi Reina por culpa de mi descuido — Mi Reina... — Le costaba mantener los ojos abiertos. — ¿Qué te han hecho? Es todo mi culpa esposa mía... — Me lamentaba mientras abrazaba su cuerpo contra el mío.

¿Conner? ¿Eres tú? Mi esposo Le costaba verme la cara — Qué alegría... Dime qué no es un sueño y que mi esposo a venido por mi.

— Amor mío — Junté su mano contra mi mejilla — Tu esposo a venido por ti, así que tranquila mi amor, te quitaré tu dolor.

Sujeté su mano con fuerza y fui succionando todo su dolor y daño físico en mi cuerpo. Todo el sufrimiento que mi esposa había pasado lo estaba absorbiendo en mi. Es una habilidad propia y sola de los alfas, absorber el dolor del otro. Mientras le iba quitando su dolor apreté la mandíbula con fuerza tratando de evitar que salieran quejidos de dolor por mí boca. Me forcé a abrir los ojos y besé sus labios para absorber aún más rápido su dolor.

Todo su dolor aparecía momentáneamente en mi cuerpo y luego desaparecía.
Una vez que absorbí todo, el cuerpo de mi Reina había sanado por completo. Ella se aferró a mí y lloró entré mis brazos.

E-ellos metieron su cosa en mi — El tono de su voz fue cambiando gradualmente de llanto a furia.

— Tranquila mi Reina, me he encargado de todos ellos. Cualquiera que toque a mi esposa, no merece seguir respirando en esta vida. — Ella lloró sobre mi hombro, y la acaricié durante un breve momento — Debemos irnos mi Reina y escapar mientras podamos. — Me levanté primero y la ayudé a levantarse, le quité la ropa a uno — Ponte esto mi Reina — Su rostro se asqueó — Ya sé que no te gusta nada la idea, pero no puedo dejar que mi Reina ande desnuda por ahí. — Acaricié sus brazos — No puedo permitir que miren tu cuerpo, todo aquel que vea a mi esposa desnuda debe morir.

Pero justo cuando mi esposa terminó de vestirse, momentos antes de salir por la puerta, la mujer a la que le dicen Lily volvió a aparecer.

Los efectos del Rut habían desaparecido por completo debido a la fuerte ira y adrenalina que había sentido momentos antes.

Con una mirada rota, la mujer me observó a mi, luego a mi esposa y finalmente volvió a clavar su mirada en mi. Respiró hondo y suspiró resignada.

— Sé por dónde podrían salir sin que se den cuenta.

— ¿Por qué nos ayudarías? — Pregunté con desconfianza.

— Porque no quiero que te maten — Dijo con firmeza y volteo a ver a mi esposa — No me importa lo que le pasé a ella — Le gruñí con fuerza — Pero veo y entiendo que ella es muy importante para ti y que no la dejaras atrás. Así que si quiero sacarte de aquí, sé que debo sacarlos a los dos.

No quería confiar en ella, pero no sentía ni una pizca de mentira en sus palabras. Aunque no me gustara este sentimiento; muy en lo profundo de mi sabía que esta mujer no estaba intentando engañarme.

Me volteé a ver a mi esposa — Vamos a seguirla mi Reina.

Ella me miró como si no lo pudiera comprender — ¿En serio confías en esta mujer?

— Mi Reina hay muchas cosas de las que debo hablarte, pero ahora debemos salir de aquí, por favor confía en mí buen juicio.

Mi Reina me miró con una pequeña chispa de duda, pero al momento se resigno — Está bien... — Soltó casi en un suspiro — Confío en ti ciegamente, si tú dices que está bien. Entonces lo está. — Tomé la mano de mi esposa y ambos la seguimos con precaución.

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