45. Chishiya

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Estación de Shibuya, solitaria y desértica. La muchacha no estaba acostumbrada a verla así. El viento llevaba consigo algunos papeles o restos de basura tirada por aquí y por allá. Iba sola, buscaba comida y agua, y un sitio para estar refugiada. Desde su último juego no había visto a nadie.

Caminaba por la zona, con la vista fija al frente. Su semblante serio y su andar indiferente era ya muy común en ella. Por su mente viajaban recuerdos de cómo tuvo que ver a su hermano morir el mismo día que llegaron a este otro lugar. Era idéntico a donde estaban pero no había gente, eran difíciles de ver hoy en día.

Escuchó ruidos y decidió esconderse tras un coche intentando descubrir de dónde provenía. Al darse cuenta, miró a lo lejos. Un chico joven de cabello negro salía de un vehículo, parecía insatisfecho y maldecía.

¿Qué hacía? ¿Acercarse para hablar y pedirle ayuda? Si él parecía que necesitaba más que ella, pensó.

Miró sus pies, no se movían aunque mandara la orden. Le aterraba ese chico, sí. Y más después de ver tanta masacre en aquel dichoso juego. No podía fiarse de nadie, solo de su hermano y él ya no estaba. Ahora solo estaba ella. Ella y el chico que se acercaba despacio, mirándola confuso e intrigado.

Esta abrió sus ojos sorprendida, retrocedió dos pasos. El pelinegro contempló por unos segundos antes de que está se percatara de su presencia, una extraña escena, una chica cualquiera mirando al suelo fijamente como si sus zapatos fueran a hablarle en cualquier momento, o quizás, ya lo hacían.

- Hola. - saludó con amabilidad. - Soy Arisu, ¿Quién eres tú? - la miraba con mucha curiosidad.

No respondía. Su respiración se había agitado y sus manos temblaban ligeramente.

- ¿Estás bien? - notó su nerviosismo y temor. - No voy a hacerte daño. - sonrió un poco. -

Tras meditarlo unos segundos, notando que era inofensivo el chico, se atrevió a mirarlo a esos lindos ojos y respiró hondo armándose de valor.

- Zen Hiroko, un placer. - habló con un tono firme y muy segura de sí misma, acto que contradijo en su cabeza al hombre.

- Lo mismo digo. - sonrió y agachó su cabeza haciendo una pequeña reverencia. La azabache pensó que era demasiado amable. - Veo que estás sola.

- Sí, así es.

- Yo estoy con dos amigos míos y una chica. Si quieres puedes estar con nosotros. Estamos buscando suministros.

- Por eso maldeciste al salir de aquel coche, ¿cierto?

- Sí. - se rascó suave la nuca. - ¿Qué me dices?

- Está bien, lo intentaré, pero no prometo nada. Si encuentro comida y agua para mí lo más seguro es que me vaya por mi cuenta. Y no me seguiréis, ¿Entendido? - alzó una ceja. Lo observaba detenidamente.

- Entendido. - asintió conforme, tampoco iba a obligarla a hacer algo que no quisiera. Aunque en el fondo una parte de él quería que no se fuera. Parecía buena chica y, en estos tiempos, era mejor estar acompañado. ¿No?

El encuentro con Karube, Chota y Shibuki fue normal. Al principio no se fiaban mutuamente y no congenio muy bien con la mujer. Aún asi decidió quedarse, no es que tuviera mucho que hacer ella sola frente a esos aterradores juegos. Eso sí, no les quitaba el ojo de encima.

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Chota había salido herido de su primer juego, tenía una quemadura muy fea en sus piernas, sobre todo en una, impidiéndole poder caminar y mucho menos, correr. No saldría con vida de cualquier juego si lo intentara, por eso se quedó solo en una zona segura del centro comercial, la chica, Shibuki, cuidaba de él y le hacía compañía.

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