Multi One-Shots Verse

51. Los Dixon

Era una mañana sumamente tranquila. Hacia poca brisa y la luz solar no era tan fuerte, aún así era un buen día.

Una joven de veintitrés años que medía un 1'60, de ojos de color miel cristalino y cabello ondulado azabache, caminaba a pasos apresurados hasta la entrada de un gran edificio. Poseía un bolso amplio que aparentemente estaba cargado de cosas en su interior.

- Voy a llegar tarde, joder... - se murmuraba a sí misma, acelerando el paso.

Una vez llegó,entró casi diez minutos tarde. Su respiración agitada se detuvo al ver al profesor y a tantos alumnos mirándola.

- Perdón profesor... he tenido un problema, lamento la tardanza.

- No se preocupe, pero procure que no sea reiterativo. - le dedicó una pequeña sonrisa. - Vamos, tome asiento, por favor.

Estudiaba una carrera universitaria, medicina. Al principio no estuvo muy conforme de presentarse debido a que le mareaba la sangre o el hecho de que le hablasen o viera venas marcadas... Uf, la ponían pálida y sufría de mareos. Aún así, eso no le impidió cumplir uno de sus sueños, ayudar a la gente. Estuvo teniendo clases y ayuda para mejorar y así entró como alumna. Eran cuatro años e iba por el tercero, a mediados de este.

De forma general era bastante buena aunque a veces no tuviera tanto tiempo para estudiar demasiados temas de cada materia que le impartían.

Ese día había llegado tarde por un motivo frecuente, pero que hasta ahora le había ocurrido los fines de semana y no le hacía llegar tarde a sus clases. Su hermana mayor, una muchacha de veinticinco años de mediana estatura pero aún así unos centímetros más alta que su hermana, de pelo largo castaño y ojos de un intenso color verde. Esta la noche anterior había ido de fiesta y bebido unas copas de más, por lo que en la mañana le costó levantarse. Como vehículo tenía una moto pero la tenía arreglando en el taller y en la tarde iría a buscarla. Su hermana menor tuvo que, a regañadientes, alcanzarla a las prisas a su lugar de trabajo, una cafetería, que por suerte no quedaba tan  lejos de su casa.

Las horas pasaron y tras sus descansos para comer algo, terminó la jornada estudiantil. Se subió al coche, resopló cansada y se permitió estar unos segundos con los ojos cerrados, respirando más calmada. A veces las jaquecas la dejaban mal, por lo que ya sabía de sobra cuando le podía dar una y la prevenía.

Sabiendo que su hermana seguía trabajado fue a casa, eran las seis y media pasadas de la tarde. Tomó asiento en el sillón, se descalzó y descanso mente y cuerpo. Tenía el bolso justo a su lado entre abierto, se estiró levemente para coger el mando de la televisión y encendió la susodicha. Apretaba botones cambiando de canal hasta que cayó en el de las noticias. Ella no solía verlas pero le llamó la atención enterarse de numerables casos de violencias.

"Han habido avistamientos de personas actuando extraño en casi todas partes. Su piel está más pálida de los normal y sus ojos, bueno, estos parecen vacíos, sin color, sin vida. Se tambalean de un lado a otro y cuando se encuentran cerca de alguien se les abalanzan encima. No se qué clase de droga o sustancia podria ser la causante pero, ¿como podrían hacer que los ciudadanos se devoren unos a otros? Es un escándalo..."

- ¿Canibalismo? - preguntó en alto, con notoria confusión en su rostro. - La gente hoy en día está fatal...

Gritos, ruidos fuertes, vehículos derrapando y el sonido estruendoso de las pitas de estos se comenzó a escuchar, provocando un salto por el susto, a la pelinegra.

Se levantó enseguida y se asomó por la ventana. Accidentes de tráfico, muchas personas corriendo y... ¿una encima de otra mordiendo su estómago?

- Pero... ¿qué cojones está pasando? - el teléfono sonó y corrió para sacarlo de su bolso, vio el número, era su hermana. - ¿Erika? Dime por favor que estás bien.