3. Steven Grant

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Una joven caminaba por las calles viendo a la gente pasar y de vez en cuando miraba algún escaparate. A pesar de que la mañana estuviera tranquila ella no lo estaba. Tenía los nervios a flor de piel y sus pasos eran rápidos. Al poco divisó una gran estructura. Un museo egipcio.

Al estar parada frente a este, pudo notar un fallo, ¿por qué veía siete dioses egipcios si en la Enéada eran nueve?

- Tranquila __,tú puedes. Lo has estado practicando toda la noche frente al espejo, saldrá bien... - se repetía una y otra vez en voz baja. Tomó una bocanada de aire y entró.

El chico que trabajaba en la entrada en la zona de cámaras la miró y le dedicó una sonrisa. Esta se la devolvió y siguió andando.

Contempló el interior del lugar, quedando fascinada con tantas pinturas y reliquias egipcias. Era amante de la historia en general pero de la griega y egipcia sobre todo.

- Hola, tú debes de ser la chica que concertó una entrevista, ¿verdad? - una mujer rubia se había acercado a ella y la miraba de arriba abajo. La estaba analizando.

- Sí, así es. Soy __.- sonríe intentando no mostrar lo nerviosa que está.

- Bien, ven conmigo. Te haré algunas preguntas y luego te pondré a prueba. - esas palabras parecían dolorosas pues, ¿cómo se explicaba así misma que notó como si la golpearan en el estómago? - Pero antes debo hacer algunas cosas y decirle las tareas a algunos trabajadores. Puedes ir echando un vistazo.

- De acuerdo, muchas gracias.

La que podría ser su jefa se alejó a pasos firmes y decididos dejándola allí, sola.

Estuvo dando vueltas y observando con detenimiento cada escultura, un sarcófago, entre otras cosas, hasta que fue a la tienda de regalos. Quería comprarse algo, un recuerdo de haber estado ahí.

- Hola. - vio a un chico con el cabello un poco alborotado, a juzgar por sus ojeras no debía de dormir mucho.

Este la miró a los ojos y la saludó, seguido de un movimiento con la mano. Sonrío y enseguida apoyó las manos sobre el mostrador.

- Steven. -leyó la pequeña placa metálica de su chaqueta. - Bonito nombre. - lo miró a los ojos. - Quiero comprar algo pero no se el que, ¿qué me recomiendas?

Él se habia quedado quieto, por un momento pensó: "¿Cómo es que sabe mi nombre?",recordó la plaquita y sacó eso de sus pensamientos. Se sintió algo estúpido.

- Oh... bueno. -tragó saliva. - ¿Le gustan los peluches? - la chica misteriosa asintió. - Pues hay unos de la Diosa Tueris.

- Mmmm, quiero ver uno.

- Claro. - cogió un peluche de un hipopótamo con vestimenta digna de un dibujo animado egipcio. O eso fue lo que pensó ella.

- Aaaaaaws, ¡es adorable! - sus ojos brillaron. - Pues si, quiero uno. De hecho, ella es de mis deidades favoritas. - añadió lo último como dato.

- A mi también me gusta mucho. - le cobra por el producto. - La diosa egipcia... no tú... acabo de conocerte... - decía rápido por la tensión que se generó dentro de él. - Listo. - dice al ya haber cogido el dinero.

- Gracias. -rie un poco. - Ah, oye, ¿podrías, si no es molestia, guardarlo y luego me lo das? - el chico la miró algo confuso. - Tengo una entrevista en nada, y no quiero aferrarme a esa monada. - rie divertida.

- Entonces... eres la que quiere ser guía del museo. - ella asintió. - Por supuesto, te lo guardo. - lo metió en una bolsa y lo dejó en un hueco libre del mostrador. - ¿Estás nerviosa? - hacia gestos con las manos, parecía él el nervioso.

- Si te soy sincera si. - mira a otro lado y ve a la mujer lejos, conversando con alguien. - Por cierto, soy __. ¿Me das algún consejo, Steven? Para la entrevista, ya sabes.

Sonrió tontamente al escuchar el nombre de la mujer, le parecía muy bonito y ella también.

- Sé tu misma. Intenta no estar tan tensa y tú solo responde a sus preguntas. ¿Te hará alguna prueba?

- asiente. - Supongo que querrá que guie a algunos clientes.

- No sé, no lo conoces todo aún. Tal vez simplemente te lleve hasta una reliquia y tengas que explicarle que es. Como haría un guía, básicamente. - desvía la mirada ya que ve a un nuevo cliente.

- Puede ser. Muchas gracias Steven. Deseame suerte. - ambos ven que la rubia se acerca.

- Suerte. - dijo, viendo como se iba.

Unos minutos más tarde,salieron de su despacho y caminaron por la zona. Tal como Grant mencionó, la de cabello azabache tuvo que hacer una pequeña guía por ahí explicándole que era cada cosa.

Steven no podía evitar verla desde su puesto. Le parecía adorable y que lo hacia genial pues, más clientes se habían acercado a ella. Parecía desenvolverse bien a pesar de los nervios.

Cuando acabó fue hasta él. Este que se dio cuenta, se puso nervioso e hizo que colocaba algunos papeles y productos. Dejando al poco la bolsa de la chica en la mesa.

- ¿Y bien? - se atrevió a preguntar.

- Tiene que pensarlo pero me ha dicho que lo he bordado. - pone las manos sobre el mostrador, estando un poco más cerca de Steven. - No quiero hacerme ilusiones.

- Seguro que el puesto es tuyo. De vez en cuando he mirado como lo hacias...y se notaba que sabes del tema.

- Pues sí. Me gustaría trabajar aquí. No sé, la cultura me encanta, el museo está genial y tú me caes bien. - sonríe. - No estuve taan nerviosa porque imaginé que estabas entre la gente. - el aludido abrió los ojos como platos. Juraría que su corazón dio un vuelco. - Sonará raro, pero como antes estuve cómoda charlando contigo... - dice, tras ponerse un poco colorada.

- Oh, me alegra haberte ayudado. - sonríe mostrado sus dientes.

Obtuvo el trabajo. Todos los días charlaba con Steven. Este le contaba historias egipcias para que ella tuviera cosas nuevas que decirle a los turistas.  A __ le encantaba verle hablando de algo que le gustaba. Se le notaba agusto. Habia perdido esa timidez con ella y eso era estupendo.

Iban a comer juntos, a pasear. Siempre querían saber del otro. Grant se habia enamorado de ella, y __ de él. Pero ambos no sabían los sentimientos del otro, no querían estropear su apreciada amistad.

Algún día uno de los dos se armaria de valor para confesarse. Mientras tanto, solo les quedaba disfrutar de la compañía del otro.

Y así es como en un día normal, en un sencillo y simple museo egipcio, dos personas destinadas a estar juntas se conocieron. Sin saber que, era plan del destino.

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