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Hacía media hora que había escuchado la puerta de entrada cerrarse y el lugar quedó en completo silencio, era mi momento ideal para salir de mi escondite. Sin pensar mucho tomé mis cosas y me fui a dar una ducha, luego vería que haría de cenar. 

Me paré frente al espejo del gran baño como solía hacer cuando era adolescente y me cuestionaba todo lo que ocurría a mi alrededor. Comencé a mirarme detalladamente, no era una chica llamativa, sin embargo era linda, mi cabello llegaba a media espalda y con ondas desordenadas, mi sonrisa siempre fue amplia, aunque hubo momentos en los que no alcanzaba a llegar a mis ojos, estos siempre fueron super expresivos a pesar de ser de un tono marrón muy oscuro. Mi cuerpo siempre tuvo sus curvas, pero de niña solían avergonzarme por ello, ya que no entraba dentro de los estándares de belleza del país y mis compañeras solían recordármelo cada que podían, incluido mi ahora alma gemela. 

-Definitivamente esto es una broma de mal gusto.- Bufé recordando su rostro. Di una última mirada a la imagen que me devolvía el espejo y me metí en la ducha para despejar la mente. 

Al salir la casa seguía en silencio, suspiré aliviada de no tener que verlo nuevamente. Dejé la toalla que había usado para quitar el exceso de humedad en mi cabello sobre el tendedero y procedí a revisar las despensas para comenzar a hacer la cena. Hoy no era mi turno, pero como el señorito Bang se había marchado prefería hacerlo yo a esperar por él. La señora Bang y mi madre se habían esforzado en llenarnos las alacenas, parecía que temían por nuestra economía cuando las dos sabían perfectamente que con la mensualidad que recibía de mi padre por hacerle pequeños trabajos de marketing para su empresa me alcanzaba y sobraba para cubrir los gastos dentro de la casa de ambos.

Cuando finalmente me decidí por hacer unas verduras saltadas con fideos mi celular sonó en la habitación, no le di demasiada importancia, seguí con la preparación de la cena, picando las verduras y poniendo los fideos a hacer. Al tener todo cortado me dispuse a buscar el sarten para saltear las verduras, pero mi búsqueda se vio interrumpida por el timbre del apartamento, cosa que me extrañó ya que si fuera el idiota de Chris tendría llave y no debería tocar timbre, salvo que me quisiera molestar, entonces la molestia comenzó a crecer en mi interior. Odiaba que me interrumpieran cuando estaba realizando cualquier tarea, tomé aire y con esa respiración contenida marché hacia la puerta lista para soltar el primer insulto que se me ocurriese a la cara del idiota.

-Más vale que te hayan robado la llave de la casa porque sino te juro que...-Abrí la puerta mientras me desahogaba sin mirar antes de quien se trataba.

-¿Sino que?- La sonrisa divertida de Jisung que no esperaba ver me deslumbró.

-¡Ay lo siento!- Me disculpé haciendo una reverencia.- Creí que eras Bang que solo buscaba molestarme.

-Me ofende que me compares con ese idiota.-Se hizo el ofendido para después levantar la bolsa que traía consigo y abrazarme.- Hoy te arrastraron lejos de mi y no pude darte esto.

-¿Qué es esto?- Tomé la bolsa con curiosidad ya que pesaba y lo miré nuevamente.-Oh, pasa, no te quedes ahí parado.-Me hice a un lado esperando que ingresase.

-¿Segura que puedo? No quiero que tengas problemas luego.- Temeroso entró y miró a todos lados como buscando al otro habitante del lugar.

-No está aquí, tranquilo.- Saqué unas zapatillas extra que teníamos en la cajonera del recibidor y se las di mientras volvía a la cocina con él a mis espaldas.

-Menos mal, sino ya veía ese jarrón estampado en mi bello rostro.-Se burló mientras se acomodaba en la barra.- No has abierto lo que te traje.-Hizo pucheros, lo cual indicaba que era algo importante.

Sin decir nada abrí del todo la bolsa y me encontré con todos mis dulces preferidos, además de un par de cajas de medicamentos, unas toallas higiénicas de la marca que siempre usaba y unas bolsitas de semillas para calentar.

Âme soeur - BangchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora