Capítulo 26

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La princesa se encontraba desayunando y al terminar, se dispuso a escribirle una carta a Mysaria, en donde le relataba todo lo sucedido.

Como planearon, el papel sería puesto debajo de su almohada para luego ser enviado.

Anneliesse se encontraba en un debate consigo misma. Así como había amigos en el castillo, suponía que de la misma manera, se encontraban los enemigos. Tenía que ser cautelosa y tendría que tener mucho cuidado si quería que la paz prospere en estos días.

Se acercó a los ventanales para observar la vista y evidentemente, al bajar la mirada, se encontró con el total de seis guardias que, ante el ruido de las aberturas, se alarmaron y observaron a aquella dama de cabellos plateados, alertas ante cualquier movimiento.

No podría escalar, se dijo, pero por suerte eso no le preocupaba, ya que había encontrado una increíble puerta de escape.

Se adentró de nuevo a la habitación y comenzó a cepillar sus cabellos.

Ahora no había nadie más que Aemond en su mente. Su corazón comenzó a acelerarse instintivamente, haciendo que Anneliesse tomara varios respiros para tranquilizarse.

Esto se suponía que no sería así. Tendría que doblegarlo, ponerlo de rodillas para que le pida disculpas, pero al contrario de lo que siempre se había planteado, sólo se dispuso a llorar y a entregarse a sus brazos.

"Qué maricona eres", se dijo, "Todo el tiempo hemos planeado algo y ante el mínimo roce, te debilitas. No lo puedo creer de ti, Anneliesse"

Pero rió al final, no pudiendo contenerse ante la imagen de esa figura alta y esbelta. Esa cicatriz enorme en su rostro, le hacía dar algo.

Aunque se apenó por lo que le había pasado, no quitó la idea de que le parecía sexy que la tuviera y esos pelos alborotados, hacían mucho más deseable todo el resto.

Se mordió los labios y sus mejillas enrojecieron ante lo que tenía en mente.

Su pequeño Aemond había crecido y ahora se transformó en un hermoso joven que de seguro, tendría suspirando a más de una.

Ante ese pensamiento, Anneliesse apretó el cepillo y lo golpeó contra la mesa, haciendo que tuviera un tajo sobre éste.

No parpadeó al imaginar a las señoritas deseando los besos de su príncipe y antes de seguir con esos pensamientos, la puerta se abrió dejando a pasar a varias sirvientas.

- Con permiso, princesa. Vinimos a hacer los quehaceres.

- Está bien, pueden pasar tranquilas- les hizo seña para que entren y así lo hicieron.

Mientras que las damas hacían la limpieza, Anneliesse buscó distraer al guardia de turno y le preguntó.

- ¿Tú cuál de los mellizos eres?

- Soy Sir Erryk, princesa.

- Muy bien, ¿Podría pedirte un favor?

- ¿Cuál, my lady?

- Me gustaría que cada vez que alguien venga, golpee antes de entrar. Su hermano no lo hizo y me vio en paños menores cuando me estaba bañando. Creo que merezco un poco de respeto al menos si van a llamarme "Princesa"

- Lo siento, princesa. Hemos tenido órdenes de hacer todo bajo supervisión.

- Lo sé, pero hay reglas básicas, supongo, para poder entrar a los aposentos de alguien y más siendo, la hija del rey. ¿O me equivoco, caballero?

- No, tiene razón.

- No me iré de aquí hasta hablar con el rey, después de eso, me iré en paz sin peleas ni conflictos.

La Princesa de Pozo Dragón- Temporada 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora