Capítulo 37

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Cuando el sol chocó sobre el rostro de la princesa, ella sonrió antes de poder abrir los ojos y rió al observar su mano posada a un lado de su rostro.

Sus sueños habían sido más que placenteros y no podía evitar tener más que sólo mariposas en su estómago y pecho.

La herida que poseía ya estaba en proceso de sanación y los restos de sangre ya se habían coagulado.

Suspiró y miró al frente para estirarse. Todavía tenía sueño, pero los intentos por volver a dormirse, serían en vano.

Rió instantáneamente y posó aquella mano por encima de ella, admirando cada detalle de la herida. Luego, cerró sus ojos para poder sentir de nuevo aquellos labios cálidos que la habían besado horas atrás.

"Por fin lo hemos hecho, mi príncipe", dijo en sus adentros y después de meditarlo un poco, se levantó de su cama.

Tarareaba una canción mientras tomaba un cepillo de su mesita de noche para comenzar a peinarse y con una sonrisa caminó hasta la sala.

Al mirar al frente, su sonrisa desapareció y sus brazos se posaron tensos a los costados de su cadera.

Aquel hombre de traje verde, se reincorporó de su asiento al verla sobre el marco de su habitación y sonrió para hacer una reverencia.

- ¿Quién es usted?- dijo seria- y hace cuánto que está en silencio en mi habitación.

- Discúlpeme princesa. No quería molestarla- dijo parándose de su asiento- Me presento. Me llamo Otto Hightower y soy la mano del rey.

La mente de Anneliesse quedó en blanco y su vista se posó sobre el broche de su ropaje.

Al escuchar ese nombre, los brazos de la princesa se tensaron más y apretaron aquel cepillo que poseía en su mano izquierda para poder tranquilizarse.

Era él quien tenía planeado casar a su amado con otra mujer con el único propósito de separarlos. Él era quien había convencido a Aegon de que su presencia sólo debía para separarlos como hermanos, utilizándolo como un objeto para hacerla reaccionar, desafiándola e insultándola.

Él era también, el que había perseguido a las doncellas que la ayudaron a entrar, queriéndolas interrogar no de una buena manera.

Anneliesse tenía muchas razones para odiarlo, pero con la primera opción ya fue más que suficiente.

Inspeccionó cada parte de su cuerpo en un segundo y volvió a posar su vista sobre su rostro.

La princesa podía ser muy sentimental y expresiva, pero cuando de un enemigo se trata, su semblante y postura, permanecían secas y frías como el hielo.

¿Tendría que ser amable?, ¿Tendría que hablar con cortesía?

Por conveniencia, sí, pero su cara demostraba que lo único que quería, era hacerlo desaparecer.

- ¿Hace cuánto que está aquí?

- No mucho, princesa. No quería despertarla.

- Que cortés de su parte- esbozó una leve sonrisa y acomodó su postura- ¿Ha venido para decirme que el rey ya está listo para recibirme?

- No, la salud del rey todavía no permite visitas. No he venido por eso.

- ¿Entonces?- preguntó impaciente.

- Creo que sabe a lo que vine.

- No, no lo sé. No lo he visto nunca como para deducir lo que piensa.

Otto lanzó una pequeña risa y le señaló hacia unos sillones ubicados cerca de la entrada para invitarla a pasar, pero Anneliesse desconfió de ello, temiendo ser carnada fácil.

La Princesa de Pozo Dragón- Temporada 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora