Capítulo 30

1.5K 137 10
                                    

La pregunta del príncipe la había dejado sin habla por unos segundos. Esa cercanía y esa forma de decirlo, lograron enmudecerla por completo, entendiendo perfectamente lo que quería lograr.

¿Qué era lo que sentía Aemond en esos momentos?, Era seguro que la deseaba más que nada en este mundo.

Verla así, debajo de él, con esos ojos grandes y con esos labios y mejillas rosadas, no podía pensar en otra cosa, más que hacerla suya ahí mismo.

Había deseado tanto ese momento, que rogaba para que la princesa pudiera corresponderle y entender cuánto la necesitaba.

Con varios parpadeos y con un leve susurro, ella contestó la pregunta anterior.

- N-no- bajó su cabeza evitando mirarlo a los ojos.

El príncipe, por su parte, trató de buscar su rostro, sonriendo por lo que había provocado.

- No te escuché, ¿Podrías repetirlo?

- He dicho que no- dijo aclarándose la garganta.

- ¿Qué no qué?

- Aemond...

- Vamos, quiero escucharlo bien, ¿Soy un hombre cualquiera o no, Anneliesse?

La princesa por fin pudo mirarlo a los ojos, haciendo que éste bajara instintivamente su mirada hacia sus labios esperando una respuesta.

- No, Aemond. No eres cualquier hombre, es más, eres alguien tan jodidamente especial que... aunque quise, no pude olvidar.

- Me alegra escuchar eso.

Aemond sonrió y buscó acercarse a los labios de su amada, pero ésta posicionó un dedo en sus labios, para decirle:

- Reincorpórate.

El príncipe frunció el ceño levemente, no esperando esa respuesta más le hizo caso, apartándose, quedando de rodillas frente a ella.

- Así está bien... ahora cierra los ojos y pon tus manos detrás de tu espalda.

Nuevamente cató las órdenes de la princesa, cerrando su único ojo expuesto, ansioso, tratando de contener la respiración que hacía que su pecho se subiera y bajara con intensidad.

No tenía idea de lo que podía pasar, pero confiaba en ese pequeño gramo de esperanza en el que la princesa le dijera que sí de una o de otra forma.

Anneliesse se arrodilló de la misma manera, teniendo a la luna a su favor que iluminaba la silueta de aquel príncipe perfectamente.

Se tomó un tiempo para apreciarlo mejor y con su mano derecha, acarició la mejilla que poseía aquella enorme cicatriz, fijando la vista en aquel parche que cubría ese lamentable suceso que el tiempo le había arrebatado. Luego, bajó su mano, acariciando con un dedo los pliegues de su mandíbula, y con su dedo mayor, sus labios.

Qué suaves eran, se dijo la princesa y aunque no eran de un gran tamaño, encajaban perfectamente con los de ella.

La joven se contuvo para no besarlo en ese momento, diciéndose que las grandes cosas vendrían con tiempo.

Si quería hacerlo, tendría que inspeccionar el terreno, puesto que después de hacer lo que tenía en mente, sellaría cada parte que tocase, como suya.

Posteriormente, bajó lentamente por su cuello hasta llegar a su pecho. Se detuvo allí un momento, observando la cremallera de su vestidura y sin pensarlo dos veces, desprendió cada una, quitando por completo aquella prenda de cuero que limitaba su vista. Una tela blanca impedía nuevamente su paso, pero su pecho permanecía descubierto al tratarse de una especie de camisa para dormir.

La Princesa de Pozo Dragón- Temporada 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora