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—Mmm me niego —hago puchero y Enzo me mira enternecido mientras me acaricia la cara.

Me da un ruidoso beso en el cachete y sonríe.

—Me tengo que ir, no me puedo quedar a dormir.—me recuerda y yo suelto un quejido.

Lo abrazo aún mas y lo pego hacia mi, estábamos en la cama y el ya se iba a levantar e irse pero yo no quería.

—¿Por qué no? —pregunto y el sonríe.

— Mañana tengo que hacer cosas.—contesta y yo asiento deshaciendo el abrazo.

— Está bien, esperá a que me vista y te acompaño afuera.

Quería que se quede conmigo y dormir juntos, claro que entendía que tenia que hacer cosas pero de igual manera me ponía medio mal.

—Matilda .—me llama y veo como se está poniendo el boxer de vuelta, iba a extrañar esas vistas.—No te enojes, porfa.—me agarra la cara y bajo la mirada.

—Ni aunque quisiera podría estar enojada con vos, Enzo.

Su mirada se enternece y me acaricia la cara para después plantarme un beso en la boca, me encantaba que haga eso, era un gesto tan de él que de ahora en adelante quisiera que solo él me lo hiciera.

Llevo una mano de él hacia mi cintura y después la coloco en mi culo, sonríe en medio del beso y murmura a centímetros de mis labios.

—Tramposa.—me da un pico y un apretón en mi culo.—Me voy antes de que vuelvan a pasar cosas.—guiña el ojo y río.

Lo acompaño a la puerta en cuanto estamos los dos vestidos, pienso en que todo esto en tan solo unas semanas no va a volver a pasar, Enzo volvía a su casa, a su club y yo...quedaba acá, volviendo a mi monótona vida y rutina de todos los días.

Como si supiera lo que estaba pensando Enzo me mira antes de hablar.

—Mañana te escribo, si? —asiento con la cabeza.—No me extrañes.—bromea aunque por mi parte era real, lo extrañaba.

Sentimientos nuevos que no podía negar, simplemente pasaban y yo era incapaz de mirar hacia otro lado.

—Vos no me extrañes a mi.—arqueo la ceja.

—No pidas cosas imposibles.—era un chamuyero bárbaro.—Descansá, linda.

Hago puntitas de pie y llevo mi mano hacia su cuello para acercarlo a mi para darle un beso.

—Buenas noches, campeón.

...

Suspiro cuando estoy frente a la puerta donde miles de recuerdos vienen a mi mente, trato de no pensarla mucho en cuanto toco el timbre y espero a que abran.

—¿Que hacés acá?

Intento no rodar los ojos ante eso.

Paciencia, paciencia, paciencia.

— ¿Me vas a dejar pasar, mamá? estas bolsas pesan.—ella mira lo que mis manos sostienen y se hace a un lado para hacerme pasar con un gesto de disgusto.

Por eso tanto me pesaba venir.

Pongo las bolsas en la mesa y miro hacia mi alrededor, cuadros de mi hermanos y de mi papá por todas partes, lejos estoy de aparecer ahí.

—¿Que es eso? —pregunta ojeando las bolsas.

—Las compras.—sonrío debilmente.—Y unos regalos que les traje de Qatar.—le señalé las bolsas.—También les traje a Ciro y Sofia.

mundial ; enzo fernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora